Clásico
El planteamiento científico *
Scientific statement
Mario Augusto Bunge**
Universidades de Buenos Aires, Nacional Autónoma de México, de Montevideo, Pennsylvania, Texas, Delaware y Freiburg.
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La ciencia es un estilo de pensamiento y de acción: precisamente el más reciente, el más universal y el más provechoso de todos los estilos. Como ante toda creación humana, tenemos que distinguir en la ciencia entre el trabajo -investigación-y su producto final, el conocimiento. En este Capítulo consideraremos todos los esquemas generales de la investigación científica -el método científico- cuanto su objetivo.
CONOCIMIENTO: ORDINARIO Y CIENTÍFICO
La investigación científica arranca con la percepción de que el acervo de conocimiento disponible es insuficiente para manejar determinados problemas. No empieza con un borrón y cuenta nueva, porque la investigación se ocupa de problemas, y no es posible formular una pregunta -por no hablar ya de darle respuesta- fuera de algún cuerpo de conocimientosólo quienes ven pueden darse cuenta de que falta algo.
Parte del conocimiento previo deque arranca toda investigación es conocimiento ordinario, esto es, conocimiento no especializado, y parte de él es conocimiento científico, o sea, se ha obtenido mediante el método de la ciencia y puede volver y someterse a prueba, enriquecerse y, llegado el caso superarse mediante el mismo método. A medida que progresa, la investigación corrige o hasta rechaza porciones del acervo del conocimiento ordinario. Así se enriquece este último con los resultados de la ciencia: parte del sentido común de hoy día es resultado de la investigación científica de ayer. La ciencia, en resolución, crece a partir del conocimiento común y le rebasa con un crecimiento: de hecho, la investigación científica empieza en el lugar mismo en que la experiencia y el conocimiento ordinarios dejan de resolver problemas o hasta de plantearlos.La ciencia no es una mera prolongación ni un simple afinamiento del conocimiento ordinario, en el sentido en que el microscopio, por ejemplo, amplía el ámbito de la visión. La ciencia es un conocimiento de naturaleza especial: trata primariamente, aunque no exclusivamente, de acaecimientos inobservables e insospechados por el lego no educado ; tales son, por ejemplo, la evolución de las estrellas y la duplicación de los cromosomas; la ciencia inventa y arriesga conjeturas que van más allá del conocimiento común, tales como las leyes de la mecánica cuántica o las de los reflejos condicionados; y somete esos supuestos a contrastación con la experienciacon ayuda de técnicas especiales, como la espectroscopia o el control del jugo gástrico, técnicas que, a su vez, requieren teorías especiales.
Consiguientemente, el sentido común no puede ser juez autorizado de la ciencia, y el intento de estimar las ideas y los procedimientos científicos a la luz del conocimiento común u ordinario exclusivamente es descabellado: la ciencia elabora sus propios cánones de validez y, en muchos temas, se encuentra muy lejos del conocimiento común, el cual va convirtiéndose progresivamente en ciencia fósil. Imaginémonos a la mujer de un físico rechazando una nueva teoría de su marido sobre las partículas elementales porque esa teoría no es intuitiva, o a un biólogo que se aferrara a la hipótesis de la naturaleza hereditaria de los caracteres adquiridos simplemente porque esa hipótesis coincide con la experiencia común por lo que hace a la evolución cultural. Parece estar clara la conclusión que deben inferir de todo eso los filósofos: no intentemos reducir la ciencia a conocimiento común, sino aprendamos algo de ciencia antes de filosofar sobre ella.
La discontinuidad radical entre la ciencia y el conocimiento común en numerosos respectos y, particularmente por lo que hace al método, no debe, de todos modos, hacernos ignorar su continuidad en otros respectos, por lo menos si se limita el concepto conocimiento común a las opiniones sostenidas por lo que se suele llamar sano sentido común o, en otras lenguas, buen sentido. Efectivamente, tanto el sano sentido común cuanto la ciencia aspiran a ser racionales y objetivos: son críticos y aspiran a coherencia (racionalidad), e intentan adaptarse a los hechos en vez de permitirse especulaciones sin control (objetividad).
Pero el ideal de racionalidad, a saber, la sistematización coherente de enunciados fundados y contrastables, se consigue mediante teorías, y éstas son el núcleo de la ciencia, más que del conocimiento común, acumulación de piezas de información laxamente vinculadas. Y el ideal de la objetividad -a saber, la construcción de imágenes de la realidad que sean verdaderas e impersonales- no puede realizarse más que rebasando los estrechos límites de la vida cotidiana y de la experiencia privada, abandonando el punto de vista antropocéntrico, formulando la hipótesis de la existencia de objetos físicos más allá de nuestras pobres y caóticas impresiones, y contrastando tales supuestos por medio de la experiencia intersubjetiva (transpersonal) planeada e interpretadacon la ayuda de teorías. El sentido común no puede conseguir más que una objetividad limitada porque está demasiado estrechamente vinculado a la percepción y a la acción, y cuando las rebasa lo hace a menudo en la forma del mito: sólo la ciencia inventa teorías que, aunque no se limitan a condensar nuestras experiencias, pueden contrastarse con ésta para ser verificadas o falsadas.
Un aspecto de
la objetividad que tienen en común el buen sentido y la ciencia es el naturalismo,
o sea, la negativa a admitir entidades no naturales (por ejemplo, un pensamiento
desencarnado) y fuentes o modos de conocimientos no naturales (por ejemplo,
la intuición metafísica). Pero el sentido común, reticente como
es ante lo intolerable, ha tenido a veces un efecto paralizador de la imaginación
científica. La ciencia, por su parte, no teme a las entidades inobservables
que pone hipotéticamente, siempre que el conjunto hipotético pueda
mantenerse bajo su control: la ciencia, en efecto, tiene medios muy peculiares
(pero nada esotéricos ni infalibles) para someter a contraste o prueba
dichos supuestos.
Una consecuencia de la vigilancia crítica y de la recusación naturalista
de los modos de conocimientos esotéricos es el falibilismo, o sea,
el reconocimiento de que nuestro conocimiento del mundo es provisional e incierto
-lo cual no excluye el progreso científico, sino que más bien lo exige.Los
enunciados científicos, igual que los de la experiencia común, son
opiniones, pero opiniones ilustradas (fundadas y contrastables) en vez de dicta
arbitrarios o charlas insusceptibles de contrastación o prueba. Lo único
que puede probarse hasta quedar más allá de toda duda razonable son
o bien teoremas de la lógica y la matemática, o bien enunciados fácticos
triviales (particulares y de observación) como "este volumen es pesado".
Los enunciados referentes a la experiencia inmediata no son esencialmente incorregibles, pero rara vez resultan dignos de duda: aunque son también conjeturas, en la práctica los manejamos como si fueran certezas. Precisamente por esa razón son científicamente irrelevantes: si puede manejarlos de un modo suficiente el sentido común, ¿por qué apelar a la ciencia? Esta es la razón por la cual no existe una ciencia de la mecanografía ni de la conducción de automóviles. En cambio, los enunciados que se refieren a algo más que la experiencia inmediata son dudosos y, por tanto, vales la pena someterlos varias veces a contrastación y darles un fundamento. Pero en la ciencia la duda es mucho más creadora que paralizadora: la duda estimula la investigación, la búsqueda de ideas que den razón de los hechos cada vez más adecuados. Así se produce un abanico de opiniones científicas de desigual pero: unas de ellas están mejor fundadas y más detalladamente contrastadas que otras. Por eso el escéptico tiene razón cuando duda de cualquier cosa en particular, y yerra cuando duda de todo en la misma medida.
Dicho brevemente: las opiniones científicas son racionales y objetivas como las del sano sentido común: pero mucho más que ellas. ¿Y qué es entonces -si algo hay- lo que da a la ciencia su superioridad sobre el conocimiento común? No, ciertamente, la sustancia o tema, puesto que un mismo objeto puede ser considerado de modo no científico, o hasta anticientífico, y según el espíritu de la ciencia. La hipnosis, por ejemplo, puede estudiarse de un modo acientífico, como ocurre cuando se describen casos sin la ayuda de la teoría ni del experimento. También puede considerarse como un hecho super-normal o hasta sobrenatural, que no implica ni a los órganos de los sentidos ni al sistema nervioso, o sea, como resultado de una acción directa de mente a mente. Por último, puede plantearse el estudio de la hipnosis científicamente, esto es, construyendo conjeturas acerca del mecanismo fisiológico subyacente al comportamiento hipnótico y controlado o contrastando dichas hipótesis en el laboratorio. En principio, pues, el objeto o tema no es lo que distingue a la ciencia de la no-ciencia, aunque algunos problemas determinados -por ejemplo, el de la estructura de la materia-difícilmente pueden formularse fuera de un contexto científico.
Si la "sustancia" (objeto) no puede ser lo distintivo de toda ciencia, entonces tienen que serlo la "forma" (el procedimiento) y el objetivo: la peculiaridad de la ciencia tiene que consistir en el modo como opera para alcanzar algún objetivo determinado, o sea, en el método científico y en la finalidad para la cual se aplica dicho método. (Prevención: "método científico" no debe construirse como nombre de un conjunto de instrucciones mecánicas e infalibles que capacitaran al científico para prescindir de la imaginación; no debe interpretarse tampoco como una técnica especial para el manejo de problemas de cierto tipo). El planteamiento científico, pues está constituido por el método científico, y por el objetivo de la ciencia.
EL MÉTODO CIENTÍFICO
Un método
es un procedimiento para tratar un conjunto de problemas. Cada clase de problemas
requiere un conjunto de métodos o técnicas especiales. Los problemas
del conocimiento, a diferencia de los del lenguaje o los de la acción,
requieren la invención o la aplicación de procedimientos especiales
adecuados para los varios estadios del tratamiento de los problemas, desde el
mero enunciado de éstos hasta el control de las soluciones propuestas.
Ejemplos de tales métodos especiales (o técnicas especiales)
de la ciencia son la triangulación (para la medición de grandes distancias)
o el registro y análisis de radiaciones cerebrales (para la objetivación
de estados del cerebro).
Cada método especial de la ciencia es, pues relevante para algún estadio
particular de la investigación científica de problemas de cierto tipo.
En cambio, el método general de la ciencia es un procedimiento que
se aplica al ciclo entero de la investigación en el marco de cada problema
de conocimiento. Lo mejor para darse cuenta de cómo funciona el método
científico consiste en emprender, con actitud inquisitiva, alguna investigación
científica lo suficientemente amplia como para que los métodos o las
técnicas especiales no oscurezcan la estructura general. (El convertirse
en especialista de algún estadio del trabajo científico, como la medición,
por ejemplo, no basta, ni mucho menos, para conseguir una visión clara
del método científico; aún más, eso puede sugerir la idea
de que hay una pluralidad de métodos inconexos más que una sola estructura
metódica subyacente a todas las técnicas). Otro buen camino, indistintamente
después del anterior, consiste en familiarizarse con algún sector
o pieza de la investigación, no precisa y solamente con su resultado, más
o menos caduco, sino con el proceso entero, a partir de las cuestiones que desencadenaron
inicialmente la investigación.
Supongamos que nos planteamos la pregunta siguiente: "¿Por qué diversos grupos humanos utilizan lenguajes más o menos diferentes?" Una respuesta sencilla a esa pregunta -esto es, una explicación de la generalización empírica según la cual diversos grupos humanos tienden a hablar de modos diversos- se encuentra en mitos como, por ejemplo, el de la diversidad originaria de lenguas ya cristalizadas desde el principio. Un investigador científico de ese problema no presentaría gran fe a explicaciones sencillas de ese tipo, y empezaría por examinar críticamente el problema mismo. De hecho, aquella pregunta presupone una generalización empírica que puede necesitar afirmación: ¿Qué grupos son los que hablan de modos diversos? ¿Grupos étnicos, grupos sociales, grupos profesionales? Sólo una investigación preliminar de esta cuestión previa puede permitirnos una formulación más precisa de nuestro primer problema.
Una vez hallado ese enunciado más preciso del problema, se ofrecerá una serie de conjeturas; algunas referentes a la determinación geográfica de las diferencias lingüísticas, otras a los factores biológicos, otras a los factores sociales, etc. Esos varios supuestos serán entonces contrastados examinando sus consecuencias observables. Así, por ejemplo, si el tipo de trabajo es efectivamente un determinante principal de las "diferencias" lingüísticas (hipótesis), entonces los grupos profesionales compuestos por individuos que en todo lo demás son semejantes deben hablar dialectos distintos (consecuencia sometible a contrastación con la experiencia).
Entonces hay que resumir cierto número de datos para poder averiguar cuál de las conjeturas es verdadera -si es que alguna de ellas lo es. Y, si es posible, los datos tendrán que ser científicamente certificables, esto es, obtenidos y controlados si es necesario por medios científicos. Por ejemplo: habrá que estudiar muestras casuales de grupos profesionales, con objeto de minimizarlos efectos de una posible tendencia en la elección de los sujetos. Entonces se estimarán los méritos de las varias hipótesis propuestas, y en este proceso de estimación surgirán acaso nuevas conjeturas.
Por último, si la investigación ha sido cuidadosa e imaginativa, la solución del problema inicial hará surgir un nuevo conjunto de otros problemas. De hecho, las piezas de investigación más importantes, al igual que los mejores libros, son las más capaces de desencadenar nuevo pensamiento, y no precisamente las tendencias a llevar el pensamiento al reposo.
En el anterior ejemplo podemos distinguir los estadios principales del camino de la investigación científica, esto es, los pasos principales de la aplicación del método científico. Distinguimos, efectivamente, la siguiente serie ordenada de operaciones:
1. Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente fecundas.
2. Arbitrar conjeturas, fundadas y contrastables con la experiencia, para contestar a las preguntas.
3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.
4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.
5. Someter a su vez a contrastación estas técnicas para comprobar su relevancia y la fe que merecen.
6. Llevar a cabo la contrastación e interpretar sus resultados.
7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas.
8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas, y formular los nuevos problemas originados por la investigación.
Este ciclo se representa esquemáticamente en la Fig. 1
¿Existen reglas que guíen la ejecución adecuada de las operaciones que hemos indicado? O sea: ¿hay instrucciones concretas para tratar los problemas científicos? Seguramente hay algunas, aunque nadie ha establecido nunca una lista que las agote y aunque todo el mundo deba resistirse a hacerlo, escarmentado por el fracaso de los filósofos que, desde Bacon y Descartes, han pretendido conocer las reglas infalibles de la dirección de la investigación. Pero, a título de mera ilustración, vamos a enunciar y ejemplificar algunas reglas muy obvias del método científico, otras reglas se encontrarán dispersas por el resto del volumen.
R1 Formular el problema con precisión y, al principio específicamente . Por ejemplo, no preguntar genéricamente "¿Qué es el aprendizaje?, sino plantear una cuestión bien determinada, tal como: "¿Cómoaprenden los ratones albinos a solucionar problemas de laberintos? ¿Gradualmente o por pequeños saltos?
R2 Proponer conjeturas bien definidas y fundadas de algún modo, y no suposiciones que no comprometan en concreto, ni tampoco ocurrencias sin fundamento visible : hay que arriesgar hipótesis que afirmen la existencia de relaciones bien definidas y entre variables netamente determinadas, sin que esas hipótesis estén en conflicto con lo principal de nuestra herencia científica. Por ejemplo: no hay que contentarse con suponer que es posible el aprendizaje con sólo proponer con precisión, por ejemplo, que el aprendizaje por un solo intento, tratándose de orientación en un laberinto en forma de T, tiene tal o cual determinada probabilidad.
R3 Someter las hipótesis a contrastación dura, no laxa. Por ejemplo, al someter a contrastación la hipótesis sobre el aprendizaje con un solo intento, no se debe proponer al animal sujeto alguna tarea para la cual ya esté previamente preparado, ni tampoco se deben pasar por alto los resultados negativos: hay que proponer al sujeto experimentalmente tareas completamente nuevas, y hay que aceptar toda la evidencia negativa.
R4 No declarar verdadera una hipótesis satisfactoriamente confirmada: considerarla, en el mejor de los casos, como parcialmenteverdadera . Por ejemplo, si se ha obtenido una generalización empírica relativa a las probabilidades de aprendizaje de una determinada tarea con un solo intento, con otro intento, y así sucesivamente, hay que seguir considerando la afirmación como corregible por la investigación posterior.
R5 Preguntarse por qué la respuesta es como es, y no de otra manera : no limitarse a hallar generalizaciones que se adecuen a los datos, sino intentar explicarlas a base de leyes más fuertes. Por ejemplo, plantearse el problema de hallar los mecanismos nerviosos que den razón del aprendizaje a la primera presentación de la tarea del sujeto: esto supondrá complementar la investigación conductista que se estaba realizando con una investigación biológica.
Esas y otras reglas del método científico están muy lejos de ser infalibles y de no necesitar ulterior perfeccionamiento: han ido cristalizando a lo largo de la investigación científica y son -esperémoslo- aún perfectibles. Además, no debemos esperar que las reglas del método científico puedan sustituir a la inteligencia por un mero paciente adiestramiento. La capacidad de formular preguntas sutiles y fecundas, la de construir teorías fuertes y profundas y la de arbitrar contrastaciones empíricas finas y originales no son actividades orientadas por reglas: sí lo fueran, como han supuesto algunos filósofos, todo el mundo podría llevar a cabo con éxito investigaciones científicas y las máquinas de calcular podrían convertirse en investigadores, en vez de limitarse a ser lo que son, instrumentos de la investigación. La metodología científica es capaz de dar indicaciones y suministra de hecho medios para evitar errores, pero no puede suplantar a la creación original, ni siquiera ahorramos todos los errores.
Las reglas del correcto comportamiento en la mesa son más o menos convencionales y locales, consecuentemente, sería difícil confirmarlas o refutarlas de un modo objetivo, aunque sin duda son explicables por causas sociales e históricas. Pero ¿qué decir del comportamiento investigador, esto es, de las reglas de la investigación científica? Esas reglas son claramente universales: no hay efectivamente nada tan universal como la ciencia, ni siquiera la filosofía. Pero ¿son además justificables? Sin duda tienen una justificación pragmática: aunque no son infalibles, no conocemos otras reglas que sean más adecuadas para conseguir la meta de la ciencia, la construcción de los modelos conceptuales de las estructuras de las cosas con la mayor verdad posible.
Pero ésa es sin duda una justificación bastante pobre. En primer lugar, porque la aplicación del método científico no da, en el mejor de los casos, sino aproximaciones a la verdad. En segundo lugar, porque una regla que está justificada así por su éxito, pero no está integrada en el cuerpo del conocimiento científico, queda colgada en el aire, y no puede deshacer concluyentemente la pretensión de los procedimientos no científicos -como la adivinación, por ejemplo- para el progreso del conocimiento. Dicho de otro modo: nos gustaría contar con una justificación teorética del método científico, además de con su justificación pragmática. Entenderemos por justificación teorética de una regla (o norma, prescripción o instrucción): (i) la convalidación de los presupuestos de la regla, o sea, la confirmación de que lo que la regla toma como dado es coherente con las leyes conocidas; y (ii) la comprobación de que la regla dada es compatible con los demás miembros del conjunto de reglas, en esta caso, con el método científico. Dicho brevemente: consideraremos que una regla está justificada teoréticamente si y sólo si es a la vez fundada y sistemática (sistemática = miembro de un sistema consistente de reglas).
En el caso de las reglas del método científico deseamos que integren un sistema de normas basado en, o, al menos, compatible con, las leyes de la lógica y las leyes de la ciencia, no sólo con los desiderata de la investigación. Así, la regla que manda "formular el problema con precisión" presupone claramente que no hay que buscar más que respuestas únicas (aunque puedan ser complejas, teniendo varios miembros): si fuera aceptable una pluralidad de supuestos recíprocamente incompatibles, no se habría estipulado la condición de precisión del problema. Por una parte, el desiderátum de la solución única está exigido por el principio lógico de no-contradicción. En este punto puede detenerse la tarea de justificación de esa regla, porque la investigación científica presupone los principios de la lógica, no los discute.
La justificación
de otras reglas del método científico será más difícil
y puede suponer complicados problemas filosóficos -como el de si el análisis
científico de un todo disuelve sin aclararlo-, pero, de un modo u otro,
hay que suministrar esa justificación, y el trabajo al respecto promete
ser de interés. Desgraciadamente, no se ha intentado aún dar una justificación
teorética de las reglas del método científico. La metodología
científica sigue encontrándose en un estadio descriptivo, preteorético.
Muy responsable de este descuido parece ser el tácito supuesto de que todo
lo que da resultado es bueno, curiosa suposición en el caso del método
científico, del que empieza por admitirse que no da resultados perfectos.
En cualquier caso, este es un problema interesantísimo para los filósofos
que se preocupan por la ciencia viva.
Los científicos no se han preocupado mucho por la fundamentación ni
por la sistematicidad de las reglas del procedimiento científico: ni siquiera
se preocupan por enunciar explícitamente todas las reglas que usan. De
hecho, las discusiones de metodología científica no parecen ser animadas
más que en los comienzos de cada ciencia: por lo menos tal fue el caso
de la astronomía en tiempos de Ptolomeo, de la física en los de Galileo,
y hoy de la psicología y la sociología. En la mayoría de los
casos los científicos adoptan una actitud de ensayo y error respecto de
las reglas de la investigación, y las que les resultan eficaces se incluyen
sin más en la rutina cotidiana de la investigación, tan implícitamente
que la mayoría de los científicos ni las registran conscientemente.
Nadie, por lo visto, llega a ser consciente en cuestiones metodológicas
hasta que el método dominante en el momento resulta fracasar.
El método científico y la finalidad a la cual se aplica (conocimiento
objetivo del mundo) constituyen la entera diferencia que existe entre la ciencia
y la no-ciencia. Además, tanto el método como el objetivo son de interés
filosófico; por tanto, resulta injustificable el pasarlos por alto. Con
esto no se trata de ignorar que una metodología tácita, pero sana,
es mejor que una metodología explícita y mala. Hay que subrayar esto
en unos tiempos como los nuestros, en los que las revistas de psicología
y de sociología dedican muchísimo espacio a discusiones metodológicas
que en el fondo se proponen hallar el mejor procedimiento para paralizar la
investigación prohibiendo el uso de conceptos que no se apliquen directamente
a rasgos observables. Frente a prescripciones metodológicas tan dogmáticas
y estériles (y teoréticamente injustificadas), lo mejor es tener presente
la que acaso sea la única regla de oro del trabajo del científico:
Audacia en el conjeturar, rigurosa prudencia en el someter a contrastación
las conjeturas.
Resumamos. El método científico, es un rasgo característico de la ciencia, tanto de la pura como de la aplicada: donde no hay método científico no hay ciencia. Pero no es ni infalible ni autosuficiente. El método científico es falible: puede perfeccionarse mediante la estimación de los resultados a los que lleva y mediante el análisis directo. Tampoco es autosuficiente: no puede operar en un vacío de conocimiento, sino que requiere algún conocimiento previo que pueda luego reajustarse y elaborarse; y tiene que complementarse mediante especiales adaptados a las peculiaridades de cada tema. Ahora vamos a atender a estas técnicas.
LA TÁCTICA CIENTÍFICA
El método científico es la estrategia de la investigación científica: afecta a todo ciclo completo de investigación y es independiente del tema en estudio.Pero, por otro lado, la ejecución concreta de cada una de esas operaciones estratégicas dependerá del tema en estudio y del estado de nuestro conocimiento respecto de dicho tema. Así, por ejemplo, la determinación de la solubilidad de una determinada sustancia en el agua exige una técnica esencialmente diversa de la que se necesita para descubrir el grado de afinidad entre dos especies biológicas. Y la resolución efectiva del primer problema dependerá del estado en que se encuentre la teoría de las soluciones, igual que la resolución del segundo dependerá del estado en que se encuentren la teoría de la evolución, la ecología, la serología y otras disciplinas biológicas.
Cada rama de la ciencia se caracteriza por un conjunto abierto (y en expansión) de problemas que se plantea con un conjunto de tácticas o técnicas. Estas técnicas cambian mucho más rápidamente que el método general de la ciencia. Además, no pueden siempre trasladarse a otros campos: así, por ejemplo, los instrumentos que utiliza el historiador para contrastar la autenticidad de un documento no tienen utilidad alguna para el físico- Pero ambos, el historiador y el físico, están persiguiendo la verdad y buscándola de acuerdo con una sola estrategia: el método científico.
Dicho de otro modo: no hay diferencia de estrategia entre las ciencias; las ciencias especiales difieren sólo por las tácticas que usan para la resolución de los problemas particulares; pero todas comparten el método científico. Esto, más que ser una comprobación empírica, se sigue de la siguiente Definición: una ciencia es una disciplina que utiliza el método científico con la finalidad de hallar estructuras generales (leyes).
Las disciplinas que no pueden utilizar el método científico -por ejemplo, por limitarse a la consecución de datos- no son ciencias, aunque puedan suministrar a la ciencia material en bruto; tal es el caso de la geografía. Ni tampoco son ciencias las doctrinas y prácticas que, como el psicoanálisis, se niegan a utilizar el método científico.
Las técnicas científicas pueden clasificarse en conceptuales y empíricas. Entre las primeras podemos mencionar las tácticas que permiten enunciar de un modo preciso problemas y conjeturas de cierto tipo, así como los procedimientos (algoritmos) para deducir consecuencias a partir de las hipótesis y para comprobar si la hipótesis propuesta resuelve los problemas correspondientes. (La matemática, como es obvio suministra el conjunto más rico de tácticas potentes para enunciar problemas e hipótesis de un modo preciso, para deducir consecuencias a partir de supuestos y para someter las soluciones a prueba o contrastación. Pero no da ayuda alguna en la tarea de hallar problemas o de imaginar el núcleo de hipótesis nuevas para las ciencias factuales. Aparte de eso, en las ciencias más atrasadasnuestras ideas no son aún lo suficientemente claras para ser susceptibles de traducción matemática. Por lo demás, no hay limitación de principio a la aplicación de los conceptos, las teorías y las técnicas de la matemática en la ciencia factual.Por lo que hace a las técnicas empíricas, podemos recordar las que sirven para arbitrar experimentos, para registrar y elaborar los datos. El dominio de la mayor parte de esas técnicas es una cuestión de adiestramiento: el talento hace falta para aplicar técnicas conocidas a problemas de tipo nuevo, para criticar las técnicas conocidas y particularmente, para inventar otras mejores.
Algunas técnicas, aunque no son tan universales como el método general de la ciencia, son aplicables a cierto número de campos diversos. Consideremos ahora tres de esas técnicas casi universales, el cuestionario ramificado, la iteración y el muestreo. Todas ellas tienen antecedentes en la vida ordinaria y son, por ello, fácilmente comprensibles.
El cuestionar ramificado consiste en contemplar el conjunto de posibilidades (lógicas o físicas, según el caso) y dividirlas paso a paso en subconjuntos recíprocamente disyuntos hasta que el subconjunto (o el elemento) deseado se alcanza en algún paso. Supongamos que el problema consiste en averiguar cuál de ocho objetos tiene una propiedad determinada
-por ejemplo, cuál de las ocho primeras cifras es aquella en la que está pensando nuestro compañero de juego, o cuál es más probable de entre ochohipótesis: si procedemos de un modo errático, o sea, por ensayo y errornecesitaremos un máximo de siete operaciones (preguntas)
Si utilizamos un cuestionario ramificado podemos, proceder del modo siguiente. Dividimos el campo de posibilidades (8 objetos) en dos partes iguales, y preguntamos si el objeto buscado se encuentra en el primer subconjunto. Como se trata de un problema de decisión (un problema de sí o no), la contestación a esta sola pregunta bastará para reducir a la mitad nuestra incertidumbre inicial. Tres preguntas bastarán para resolver nuestro problema, como se muestra en la Fig. 2.
El cuestionar ramificado es pues la metodización del procedimiento por ensayo y error, que lo diferencia ya bastante del ciego procedimiento del sí-o-no aplicado sin sistema. "En general, para un conjunto de N objetos un cuestionarioal azar requiere un máximo de N - 1 preguntas y necesita un promedio de N/2 preguntas. El cuestionario ramificado, en cambio, requiere un máximo de H= log2N elementos de información. En nuestro caso, log28= log223 =3".
Procedimientos iterativos
Éstos son
ensayos realizados paso a paso con los que se obtiene un progresivo perfeccionamiento
de una solución aproximada: cada solución se basa en (es una función
de) la solución precedente y es mejor (más precisa) que ella. Muchas
veces el punto de partida tiene que ser meramente conjeturado, con el objeto
de poder empezar. Cuando no hay método disponible para hallar una tal primera
y grosera solución (de aproximación cero), harán falta experiencia,
perseverancia y penetración -sin que sobre un poco de buena suerte. Un
ejemplo corriente de procedimiento iterativo es el tiro al blanco. La información
acerca de la desviación cometida se retrotrasmiteal tirador, y ella le
permite corregir la puntería en pasos sucesivos, hasta alcanzar el blanco.
En este proceso, los errores, en vez de acumularse, se utilizan para mejorar
el rendimiento. Así pues, los procedimientos iterativos se perfeccionan
a sí mismos: pueden aplicarse hasta cualquier grado de precisión
que se desee, esto es, hasta que sea despreciable la diferencia entre dos soluciones
sucesivas.
"La matemática cuenta con procedimientos iterativos exactos, esto
es, con técnicas que garantizan un aumento uniforme de la precisión;
ejemplos famososson el Método de Newton para el cálculo de las raíces
cuadradas y el método de Picard para obtener soluciones aproximadas de
ecuaciones diferenciales. En todos esos casos se construye una secuencia de
aproximaciones basándose en una relación fija entre dos o más
miembros de la secuencia, y ésta tiene un límite definido. O sea:
los procedimientos iterativos matemáticos son convergentes. Ejemplo: hallar
una solución de la ecuación f(x) = 0. Datos: f(x) es continua y sus
valores en los puntos a y b son de signo contrario
(Fig. 3).
Técnica: el método dicotómico. Primera conjetura: la función dada tiene valor cero a mitad de camino entre a y b, o sea x 1 = (a + b)/2. Contrastación: calcular f(x1). Hay dos posibilidades: o bien f(x1) es cero, en cuyo caso el problema está resuelto, o bien es diferente de cero. En este último caso vuelve a haber dos posibilidades: o bien f(x1) tiene el mismo signo que f(a), o bien tiene el mismo sigo que f(b). Supongamos que la verdad es el primer caso, entonces el cero de la función se encontrará entre x1 y b. Tómese la conjetura más simple: x2 = (x1 + b)/2. Si f(x2) = 0, el problema está resuelto. Si no, f(x2) tendrá el signo de f(b) o el signo de f(x1). Supongamos que ocurre lo primero. Entonces se prueba con x 2= (x1 + x2)/2, se calcula f(x) y se procede como antes. De este modo se construye una secuencia cada término de la cual es la media de los dos anteriores. O bien de los miembros de la secuencia resuelve el problema, o bien la secuencia se aproxima a la solución exacta, esto es, la solución es el límite de la secuencia. En el primer caso se obtiene una solución exacta; en el segundo se obtienen soluciones aproximadas con cualquier grado deseado de aproximación. Obsérvese que los procedimientos iterativos suponen el concepto de verdad parcial".
Un tercer ejemplo
de método especial pero casi-universal de la ciencia es el muestreo
al azar, esto es, la extracción de un pequeño subconjunto a partir
de un conjunto inicial, o población (que puede ser infinita), de tal modo
que la selección extraída no dependa de las propiedades de los individuos
que la componen, sino que no los tenga en cuenta y sea, por lo tanto, libre
de prejuicios o tendencias. Muestreo al azar es, por ejemplo, lo que suponemos
hacer cuando tomamos una muestra cualquiera de alguna mercancía, o cuando
controlamos la calidad de un producto manufacturado sin examinar todas las unidades
producidas. El muestreo se utiliza también cuando se somete una hipótesis
a contrastación empírica: sometemos la hipótesis a prueba respecto
de un reducido número de datos relevantes para ella y elegidos sin tendencia
ni criterio alguno a partir de una infinidad potencial de datos.
El cuestionar ramificado, los procedimientos iterativos y el muestreo al azar
son otras tantas especializaciones del método de aproximaciones sucesivas,
el cual es característico de la ciencia, aunque no exclusivo de ella. En
la lógica pura no puede admitirse ese método, porque en ella se buscan
soluciones exactas (o demostraciones exactas de la ausencia de tales soluciones).
Pero en la ciencia factual y en considerables regiones de la matemática
numérica todo lo que podemos conseguir son precisamente soluciones aproximadas,
por lo que el método de aproximaciones sucesivas es indispensable.
El gran interés del método de aproximaciones sucesivas para la teoría del conocimiento (epistemología) estriba en que constituye un claro recordatorio de los siguientes puntos. En primer lugar, la investigación científica procede gradualmente, y precisamente de tal modo que incluso las comprensiones acertadas que de vez en cuando se consiguen por pura suerte son resultado de anterior investigación y quedan siempre sujetas a corrección. En segundo lugar, la investigación científica, por lo menos respecto del mundo de los hechos, da verdades parciales, más que verdades completas y, por lo tanto, finales. En tercer lugar, el método científico, a diferencia de los azarosos tanteos del sentido común y de la especulación sin control, se corrige a sí mismo: puede identificar sus errores y puede intentar obtener aproximaciones de orden superior, es decir, respuestas más verdaderas.
Otras tácticas de la ciencia son menos universales hay que discutirlas refiriéndose a específicos problemas y teorías científicas. Así, por ejemplo, la técnica de rayos X para la identificación de compuestos químicos exige la aplicación de la óptica ondulatoria a la difracción de las ondas por retículos cristalinos: sólo una teoría así nos permite interpretar los anillos observados en los roentgendiagramas, anillos que en otro caso serían signos sin sentido, puesto que no tienen parecido alguno con las configuraciones atómicas respecto de las cuales nos informan.
En general, los
métodos especiales de la ciencia están formulados de un modo u otro
en teorías científicas, las cuales se someten a su vez a contrastación
con la ayuda de dichas técnicas. Tal es el caso hasta para una técnica
tan elemental como la de la pesada con una balanza de platillos: esa técnica
presupone la estática y, en particular, la ley de la palanca. Las técnicas
y los instrumentos científicos no están nunca consagrados sólo
por el éxito: están proyectados y justificados con la ayuda de teorías.
La posibilidad de justificar teoréticamente cualquier método especial
utilizado en la ciencia hace a ésta netamente diversa de las pseudociencias,
las cuales emplean procedimientos no fundados, como la adivinación mediante
la inspección de un hígado de cordero, o de manchas de tinta, o la
audición de la narración de sueños.
El proyecto y la justificación de las técnicas especiales de la ciencia
corresponden a las ciencias especiales. Aunque toda técnica científica
suscita problemas filosóficos referentes a la inferencia, la mayoría
de esos problemas tienen que discutirse en el contexto de las respectivas disciplinas.
Desgraciadamente, estas cuestiones suelen ser despreciadas o tratadas sin competencias
filosóficas, a causa de la cual está aún sujeta a muchos malentendidos
la naturaleza de las técnicas científicas y de los resultados que
obtienen. Por ejemplo, si la cuestión de la convalidación teórica
de las técnicas empíricas de la ciencia se encontraraen un estado
más maduro, todo el mundo se daría cuenta de que la información
empírica no se estima nunca en un vacío teorético, sino que toda
pieza de evidencia empírica tiene que juzgarse a la luz de la teoría
utilizada al proyectar y llevar a la práctica la técnica con la cual
se ha obtenido esa información. Del mismo modo que ninguna teoría
factual se sostiene por sí misma, así tampoco hay dato que constituya
por sí mismo evidencia en favor o en contra de una teoría, a menos
de que haya sido conseguido o interpretado con la ayuda de alguna teoría
científica. En particular, ninguna información obtenida por métodos
extracientíficos (por ejemplo, las declaraciones de un médium espiritista)
puede considerarse evidencia contra teorías científicas o en favor
de teorías no-científicas. No hay contrastación de la ciencia
que sea independiente de la ciencia. Y esto no implica que los resultados de
la ciencia estén sustraídos a la crítica, sino sólo que
la única crítica legítima de la ciencia es la crítica interna.
Consecuencia para los críticos filosóficos de la ciencia: Primero
estudiar, discutir luego
Exploremos ahora algunas consecuencias de la tesis según la cual la ciencia
es metodológicamente una a pesar de la pluralidad de sus objetos y de las
técnicas correspondientes.
LAS RAMAS DE LA CIENCIA
Diferenciando entre el método general de la ciencia y los métodos especiales de las ciencias particulares hemos aprendido lo siguiente: primero, que el método científico es un modo de tratar problemas intelectuales, no cosas, ni instrumentos, ni hombres, consecuentemente, puede utilizarse en todos los campos del conocimiento. Segundo, que la naturaleza del objeto en estudio dicta los posibles métodos especiales del tema o campo de investigación correspondiente: el objeto (sistema de problemas) y la técnica van de la mano. La diversidad de las ciencias está de manifiesto en cuanto que atendemos a sus objetos y sus técnicas; y se disipa en cuanto que se llega al método general que subyace a aquellas técnicas.
La diferencia primera y más notable entre las varias ciencias es la que se presenta entre ciencias formales y ciencias factuales, o sea, entre las que estudian ideas y las que estudian hechos. La lógica y la matemática son ciencias formales: no se refieren a nada que se encuentre en la realidad, y por tanto, no pueden utilizar nuestros contactos con la realidad para convalidar sus fórmulas. La física y la psicología se encuentran en cambio entre las ciencias factuales: se refieren a hechos que se supone ocurren en el mundo, y, consiguientemente, tienen que apelar a la experiencia para contrastar sus fórmulas.
Así la fórmula "x es azul", o, para abreviar "A(x)", es verdadera de ciertas cosas, o sea se convierte en una determinada proposición verdadera si se da como valor a la variable x el nombre de algo que efectivamente sea azul, como el Mar Egeo; y es falsa de muchas otras cosas, o sea, se convierte en una proposición falsa para la mayoría de otros valores asignables a la variable de objeto x. Por otro lado, "x es azul y x no es azul", o "A(x) & -A(x)", para abreviar, es falsa para todo valor de x, es decir, en toda circunstancia. Por tanto, su negación, "No ocurre que x es azul y x no es azul", es verdadera, y su verdad es independientemente de los hechos; en particular, no depende de la experiencia (la región fáctica de la que participa el hombre). Dicho brevemente: "A(x)" es el esqueleto o forma de una idea factual (si mantenemos la interpretación del predicado "A" como predicado que designa la propiedad de ser azul). Por otro lado, "-[A(x) & -A(x)]" (léase: "No ocurre que x es A y x no es A") es la estructura de una idea formal, una verdad lógica en esta caso su valor veritativo no depende de los valores particulares que pueda tomar X; aún más es independiente de la interpretación que podemos dar al signo "A".
La lógica
se interesa, entre otras cosas, por la estructura de las ideas factuales y formales;
pero mientras que en el primer caso la lógica es insuficiente para hallar
valores veritativos, en el último caso la lógica y/ola matemática
se basta para convalidar o invalidar cualquier idea de este tipo puro. En resolución:
la ciencia formal es autosuficiente, por lo que hace al contenido y al método
de prueba, mientras que la ciencia factual depende del hecho por lo que hace
al contenido o significación, y del hecho experimental para la convalidación.
Esto explica por qué puede conseguirse verdad formal completa, mientras
que la verdad factual resulta tan huidiza.
Puede decirse que el tema propio de la ciencia formal es la forma de las ideas.
Otra caracterización equivalente de la ciencia formal consiste en decir
que se refiere a las fórmulas analíticas, esto es, fórmulas que
pueden convalidarse por medio del mero análisis racional. Considérese,
por ejemplo, el enunciado según el cual, si A y B son conjuntos, entonces,
si A está incluido propiamente en B, B no está incluido en A. La verdad
de este enunciado no depende del tipo de conjunto considerado, ni se establece
mediante el estudio de conjuntos de objetos reales: la fórmula pertenece
a la teoría de conjuntos abstractos (no descritos) es puramente formal
y, consiguientemente, universal, esto es, aplicable siempre que se trate de
conjuntos, tipos, especies, ya sean de números o de plantas. Hay diversos
géneros de fórmulas analíticas. Para nuestro actual interés
las más importantes son las que resultan verdaderas (o falsas) a causa
de las significaciones de los símbolos presentes en ellas. El primer conjunto
-el de la analiticidadsintáctica- puede ejemplificarse por: "Si x, y, z
son números entonces, si x = y, x + z= y + x". El segundo -analiticidad
semántica- puede ejemplificarse por la frase "Fórmulas sintéticas
son todas y sólo las fórmulas que no son analíticas". La ciencia
formal no contiene más que fórmulas analíticas, mientras que
la ciencia factual contiene, además esas, fórmulas sintéticas,
o sea, fórmulas que no pueden ser convalidadas sólo por la nuda razón.
La clara dicotomía entre ciencia formal y ciencia factual no debe ocultarnos
el hecho que el conocimiento conceptual de cualquier género (a diferencia
de los hábitos, las habilidades y otros tipos de conocimiento no conceptual)
consiste en ideas: la lógica es un conjunto de ideas igual que lo es la
física teórica. Todas las ideas, por concreta que sea su referencia,
tienen alguna forma determinada. Así, la forma de "x es azul" es la misma
que la de "x es primo", o sea, un esquema sujeto-predicado: "P(x)". Análogamente,
"x es más amable que y" y "x es mayor que y" contiene un predicado binario
o didáctico: ambas son esquemas de la forma "L(x, y)", o, más precisamente,
"x > y". Además, toda la fórmula dada, cualquiera que sea su contenido,
puede transformarse en una fórmula lógicamente equivalente: así,
el simple enunciado p puede convertirse, sin ganar ni perder nada, en --p (doble
negación), en p & t y en p v - t, si "t" es una tautología cualquiera
(una identidad lógica). En cambio, los contenidos, cuando los hay, son
rígidos. En particular ninguna fórmula sintética se sigue nunca
de fórmulas analíticas, ni ninguna fórmula analítica se
sigue nunca de fórmulas sintéticas: el matemático no puede inferir
nada acerca del mundo partiendo de su mero conocimiento matemático, y,
análogamente, tampoco el físico puede establecer ningún teorema
matemático sobre la base se su conocimiento factual.Como toda fórmula
tiene una u otra forma lógica -y a veces no es nada más que una forma
lógica- podemos esperarnos que en todo el cuerpo de la ciencia aparecerán
fibras de ciencia formal, aunque no resulten al principio muy viables. La rigidez
que en un momento dado pueda tener el cuerpo del conocimiento se debe a las
estructuras lógicas y matemáticas incorporadas a él, más
que a los hechos que estudie o a la evidencia por cuyo medio se estimen sus
pretensiones de verdad. Pues, en definitiva, el conocimiento científico
de los hechos es siempre parcial, indirecto, incierto y corregible, mientras
que las formas están hechas por nosotros mismos, y podemos congelarlas.
Dicho brevemente: toda la dura resistencia que se encuentre en la ciencia arraiga
en su estructura formal: los datos y las hipótesis son maleables, es decir,
corregibles.
De esto no se sigue que los hechos objetivos sean blandos y deformables, alterables a voluntad: para bien o para mal, la mayoría de los hechos no son cambiables a gusto. Lo que se sigue es que la ciencia factual presupone y contiene ciertas teorías formales que no somete a discusión ni puede someter a duda, porque los hechos son irrelevantes respecto de las ideas puras. (Pero tampoco se sigue de esta situación que las teorías formales sean incorregibles: se perfeccionan constantemente en sus propios contextos formales -pero no como resultado de algún esfuerzo por intentar que concuerden mejor con los hechos; por tanto, no con los mismos métodos especiales de la ciencia factual.) En resolución: lógicamente -aunque no psicológicamente- la ciencia factual presupone la ciencia formal.
Dentro de la ciencia formal pueden intentarse varias ordenaciones, pero como nuestro tema es la ciencia factual, no nos interesaremos por esta cuestión. Respecto de la ciencia factual adoptaremos la ordenación expuesta en el siguiente diagrama. El diagrama parece metodológicamente consistente, en el sentido de que sugiere las disciplinas presupuestas por cualquier ciencia. Pero son posibles otras ordenaciones, y los trazados de límites entre disciplinas contiguas son siempre algo nebulosos y de escasa utilidad. Además, sería insensato insistir mucho en el problema de la clasificación de las ciencias, que en otro tiempo fue pasatiempo favorito de los filósofos y hoy no pasa de ser pejiguera para la administración de la actividad científica y para los bibliotecarios (Fig. 4). Nos espera otro tema más interesante: el objetivo de la investigación.
OBJETIVO Y ALCANCE DE LA CIENCIA
Los métodos son medios arbitrados para alcanzar ciertos fines. ¿Para qué fines se emplean el método científico y las varias técnicas de la ciencia? En primer lugar, para incrementar nuestro conocimiento (objetivo intrínseco o cognitivo): en sentido derivativo, para aumentar nuestro bienestar y nuestro poder (objetivos extrínsecos o utilitarios). Si se persigue un fin puramente cognitivo, se obtiene ciencia pura. La ciencia aplicada (tecnología) utiliza el mismo método general de la ciencia pura y varios métodos especiales de ella, pero los aplica a fines que son en última instancia prácticos. Si estos fines utilitarios no concuerdan con el interés público, la ciencia aplicada puede degenerar en ciencia impura, tema que se ofrece a la sociología de la ciencia para su estudio.
Por lo que hace a los objetivos, (Fig. 5) tenemos pues, la siguiente división:
Se dice a veces que no hay tal división de las ciencias en puras y aplicadas, porque toda la ciencia apunta en última instancia a la satisfacción de necesidades de una u otra naturaleza, pero esta opinión pasa por alto los objetivos de unas y otras ciencias, y no consigue explicar las diferencias de actitud y motivación entre el investigador que busca una nueva ley natural y el investigador que busca una nueva cosa: el primero desea entender las cosas mejor, el segundo desea mejorar nuestro dominio de ellas. Otras veces se admite la diferencia, pero se sostiene que la ciencia aplicada es la fuente de la ciencia pura, en vez de a la inversa. Esta opinión es errónea: tiene que haber conocimiento antes de poder aplicarlo, a menos que se trate de una mera habilidad o capacidad de operar, en vez de conocimiento conceptual, en cuyo caso se trata de algo práctico desde el primer momento.
Lo que sí es verdad es que la acción -la industria, el gobierno, la educación, etc.- plantea problemas frecuentemente, problemas que sólo la ciencia pura puede resolver. Y si esos problemas se elaboran con el espíritu libre y desinteresado de la ciencia pura, las soluciones a dichos problemas pueden resultar aplicables a fines prácticos. Dicho brevemente: la práctica, junto con la mera curiosidad intelectual, es una fuente de problemas científicos. Pero dar a luz no es criar. Hay que cubrir un ciclo entero (Fig. 6) antes de que salga algo científico de la práctica:
Tal fue el esquema
más frecuente hasta la mitad del siglo xix, más o menos, cuando la
física dio nacimiento a la ingeniería electrónica: a partir de
entonces la tecnología propiamente dicha -y ya no sólo la habilidad
profesional precientífica- quedó firmemente establecida. Y ya luego
la curiosidad intelectual ha sido la fuente de la mayoría de los problemas
científicos, empezando desde luego, por todos los importantes; la tecnología
ha seguido frecuentemente la estela de la investigación pura, disminuyendo
constantemente el desfase entre las dos. Si se exageran los objetivos externos
de la ciencia, se debilitan la curiosidad y la libertad de la investigación,
esto es, la libertad de dudar de las ideas recibidas y la libertad de intentar
establecer otras nuevas, aunque no parezcan socialmente útiles. El resultado
inmediato es la debilitación de la ciencia pura, la cual lleva por último
al estancamiento tecnológico. La política más práctica consiste
en no poner fines prácticos a la ciencia.
El blanco primario de la investigación científica es pues el progreso
del conocimiento. Tal es el caso incluso de la investigación aplicada,
como la investigación del efecto de las medicinas en condiciones patológicas;
lo que pasa es que en estos casos no se busca conocimiento sin más calificación,
sino conocimiento útil. Ahora bien: existe la investigación por la
causa pura del conocimiento, pero no existe entidad alguna que podamos considerar
por ejemplo, del envejecimiento de las estrellas, o de los hombres. El objetivo
central de la investigación en la ciencia factual pura es, por definición,
mejorar nuestro conocimiento del mundo de los hechos; y el de la investigación
científica aplicada es mejorar el control del hombre sobre los hechos.
¿Significa eso que la investigación científica aspira a trazar mapas de los hechos, a trazar, por así decirlo, una gigantesca cosmografía que contuviera la descripción de todo acaecer de la naturaleza y de la cultura? Evidentemente no. Primero, porque una descripción completa ya de nuestro dedo meñique sería prácticamente imposible, a causa del número de sus constituyentes y de la variedad de hechos que ocurren en él en un segundo; por lo demás, si esa descripción fuera posible no tendría, tampoco, ningún interés. En segundo lugar, porque ninguna descripción de un sistema real puede ser razonablemente completa mientras no utilice las leyes de ese sistema, puesto que las leyes constituyen la esencia de todo lo que existe: una mera descripción de apariencias yerraría los rasgos esenciales del sistema. Pero una vez conocidas las leyes, resulta que la descripción detallada tiene ya poco interés. En tercer lugar, porque no nos interesan sólo los existentes actuales, sino también los posibles -las semillas del futuro- y sólo las leyes, también en este caso, pueden darnos un conocimiento de posibilidades. En cuarto lugar, porque ninguna descripción puede servirnos ni para explicar lo que ocurre ni para predecir lo que puede ocurrir: la explicación y la predicción científica se basan en leyes que, a su vez, entrelazan teorías. La comprensión del mundo, en resolución se consigue con la ayuda de teorías, no de catálogos. Consecuentemente, la reproducción exhaustiva de cada porción de la realidad -o de cada elemento de la experiencia humana- carece de interés, no sólo por ser un racimo de uvas verdes, sino, además, porque no se trata en absoluto de un racimo de uvas.
Lo que busca la ciencia factual es establecer mapas de las estructuras (leyes) de los varios dominios fácticos. La reconstrucción conceptual de una estructura objetiva es una ley científica (como la ley de inercia); un sistema de tales enunciados legaliformes es una teoría científica (como la teoría newtoniana del movimiento). Más que una cosmografía, pues, la ciencia factual es una cosmología: una reconstrucción conceptual de las estructuras objetivas de los acontecimientos, tanto de los actuales cuanto de los posibles, con lo que se posibilita la comprensión y la precisión de los mismos y, con ellos, su control tecnológico.
Cuando las técnicas
científicas se aplican a la consecución de datos sin hallar estructuras
generales se consigue ciencia embrionaria, protociencia. Y cuando el
objetivo perseguido es el de la ciencia madura, pero en cambio no se utilizan
su método ni sus técnicas, se trata de especulación acientífica,
ya en la forma de filosofía de la naturaleza, ya en la de la metafísica
tradicional (la cual es la ontología no inspirada ni controlada por la
ciencia). La especulación acientífica vive del atraso de las ciencias
propiamente dicha; así, la psicología filosófica y la antropología
filosófica se mantienen vivas porque las correspondientes disciplinas científicas
se encuentran aún en un estadio protocientífico; aquella vitalidad
no puede sorprender; pues es claro que ambas especulaciones resultan más
fáciles y más interesantes que la colección de datos de información
aislados, aún sin objetivo teórico. En resolución: no existe
ciencia propiamente dicha a menos que el método científico se utilice
para alcanzar el objetivo de la ciencia, la construcción de imágenes
teoréticas de la realidad, y esencialmente de su tejido de leyes. La investigación
científica es, dicho brevemente, la búsqueda de estructuras.(Algunos
filósofos evitan los términos "mundo" y "realidad" basándose
en que denotan conceptos metafísicos: esos filósofos sostienen que
todo lo cognoscible es nuestra propia experiencia, y, consecuentemente, que
el único objetivo legítimo de la ciencia consiste en dar razón
de la suma total de la experiencia humana. Esta opinión -el empirismo radical-
no da a su vez razón de la mera existencia de la mayoría de las ciencias,
a saber, y señaladamente, de las que tratan con objetivos empíricamente
inaccesibles, como los átomos de nuestro cerebro. La ciencia intenta explicar
hechos de cualquier clase, incluidos los relativamente pocos hechos experimentales
con que efectivamente se encuentra el hombre. En realidad la experienciano es
el único ni siquiera el principal objeto de la investigación, y, por
tanto, tampoco es el único relatum de las teorías científicas;
la experiencia, sí es científica, es un medio de contrastación
imprescindiblede las teorías, pero no suministra todo el contenido o significación
de todas ellas. Además para explicar la experiencia humana -el objeto de
la ciencias del hombre- necesitamos algún conocimiento del mundo natural
del que formamos parte, y este mundo, generalmente no visto ni tocado, se reproduce
gradualmente mediante teorías contrastables que van más allá
de lo que puede ser objeto de experiencia.
La ciencia, pues tiende a construir reproducciones conceptuales de las estructuras
de los hechos, o sea, teorías factuales. Pero también la mitología
ofrece modelos del mundo, para entenderlo y para dominarlo mejor. ¿Por
qué vamos a preferir las teorías científicas a las especulaciones
míticas? La primera tentación invita a contestar: porque las teorías
científicas son reconstrucciones verdaderas de la realidad. Pero un vistazo
a las infinitas convulsiones de la ciencia, en las cuales la mayoría de
las teorías aparecen inficionadas por algún que otro error y sólo
unas pocas aparecen como verdaderas, aunque nunca definitivamente, debe convencernos
de que la investigación científica no consigue la verdad completa.
¿Qué derecho tenemos, entonces, a creer que la ciencia sale mejor
librada que la mitología, especialmente si también la ciencia inventa
conceptos como "campo", "neutrino" y "selección natural", a lo que no puede
asociarse unívocamente ninguna experiencia sensible? ¿Debemos llegar
a la conclusión de que la mitología y la ciencia suministran imágenes
de la realidad diferentes, pero igualmente legítimas? Es evidente que no:
la ciencia no pretende ser verdadera, ni por tanto, final e incorregible, cierta,
como, hace la mitología. Lo que afirma la ciencia es (i) que es más
verdaderaque cualquier modelo no -científico del mundo, (ii) que
es capaz de probar, sometiéndola a contrastación empírica, es
pretensión de verdad, (iii) que es capaz dedescubrir sus propias deficiencias,
y (iv) que es capaz de corregir sus propias deficiencias, o sea, de construir
representaciones parciales de las estructuras del mundo que sean cada vez más
adecuadas. No hay ninguna especulación extracientífica que sea tan
modesta y que, sin embargo, dé tanto de sí.
Lo que permite a la ciencia alcanzar su objetivo -la construcción de reconstrucciones parciales y cada vez más verdaderas de la realidad- es su método. En cambio, las especulaciones no-científicas acerca de la realidad (i) no suelen plantear cuestiones propia y limpiamente formuladas, sino más bien problemas que ya contienen presupuestos falsos o insostenibles, tales como "¿Cómo y cuándo se creó el Universo?; (ii) no proponen hipótesis ni procedimientos fundamentados y contrastable, sino que ofrecen tesis sin fundamento y generalmente incontrastables, así como medios incontrolados (inescrutables) para averiguar su verdad (p. e., la Revelación); (iii) no trazan contrastaciones objetivas de sus tesis y de sus supuestas fuentes de conocimiento, sino que apelan a alguna autoridad; (iv) consiguientemente, no tiene ocasión alguna de contrastar sus conjeturas y procedimientos con resultados empíricos frescos, y se contentan con hallar ilustraciones de sus concepciones para meros fines de persuasión, más que por buscar realmente contrastación, como muestra la facilidad con que esas concepciones eliminan toda evidencia negativa; (v) no suscitan nuevos problemas, pues todo su interés es más bien terminar con la investigación, suministrando, listo para llevar, un conjunto de respuestas a toda cuestión posible o permitida.
La ciencia, en cambio, no consigue más que reconstrucciones de la realidad que son problemáticas y no demostrables. En realidad, y por eso mismo, no suministra nunca un modelo único de la realidad en cuanto todo, sino un conjunto de modelos parciales, tantos cuantas teorías tratan con diferentes aspectos de la realidad; y esa variedad no depende sólo de la riqueza de la realidad, sino también de la heterogeneidad y la profundidad de nuestro instrumental conceptual. La investigación no arranca de tales visiones sintéticas de pedazos de realidad, sino que llega a ellas mediante el análisis racional y empírico.
El primer paso del análisis, sea científico o no, es la diseminación de los componentes a algún nivel determinado, por ejemplo, la distinción entre órganos o funciones en un organismo. Es un estadio ulterior, se descubren las relaciones entre sus componentes, y esto suministra ya una primera estampa del todo, o sea, la estampa conceptual sinóptica que había que buscar. Una vez conseguido tal modelo del sistema (conjunto de entidades interrelacionadas), puede usarse como instrumento para un análisis más profundo, cuyo resultado se espera que sea una síntesis más adecuada. Cuando se procede especulativamente, es decir, partiendo de grandes visiones sintéticas en vez de trabajar por este procedimiento fragmentario y analítico, se está haciendo algo típicamente acientífico.
Así pues, la investigación científica no termina en un final único, en una verdad completa: ni siquiera busca una fórmula única capaz de abarcar el mundo entero. El resultado de la investigación es un conjunto de enunciados (fórmulas) más o menos verdaderos y parcialmente interconectados, que se refieren a diferentes aspectos de la realidad. En este sentido es la ciencia pluralista. Pero en otro sentido es minorista: la ciencia se enfrenta con todos los campos del conocimiento con un solo método y un solo objetivo. La unidad de la ciencia no estriba en una teoría única que lo abrece todo, ni siquiera en un lenguaje unificado apto pata todos los fines, sino en la unidad de su planteamiento.
El proceso de reconstrucción del mundo mediante ideas y de contrastación de toda reconstrucción parcial es un proceso infinito, a pesar de la infundada, pro frecuente, esperanza de que la teoría definitiva está a punto de presentarse. La investigación descubre constantemente lagunas en sus mapas del mundo. Por tanto, la ciencia no puede proponerse un objetivo definido como algo último, algo así como la construcción de una cosmología completa y sin fallas. El objetivo de la ciencia es más bien el perfeccionamiento continuo de sus principales productos (las teorías) y medios (las técnicas), así como la sujeción de territorios cada vez mayores a su poder.
¿Tiene límites esta expansión del objeto de la ciencia? Esto es: ¿hay problemas de conocimiento que no puedan ser tratados con el método y según el objetivo de la ciencia? Las inevitables limitaciones temporales determinadas por nuestra ignorancia no son, naturalmente, la cuestión planteada por esas preguntas; ni tampoco lo son las limitaciones extrínsecas, como las impuestas por el poder ideológico, político o económico. Lo que se pregunta es si hay objetos de conocimiento que sean intrínsecamente recalcitrantes ante el planteamiento científico. Un optimista pensaría que, puesto que la historia de la ciencia muestra el aumento del dominio fáctico cubierto por la ciencia, debemos creer que esa expansión no se detendrá nunca, a menos que nosotros mismos nos degollemos. Pero ninguna experiencia pasada, ninguna tendencia histórica es plenamente demostrativa, por sugestiva que sea: pueden presentarse problemas, a juzgar por lo que sabemos, que resulten impermeables al planteamiento científico.
La conclusión última no tiene por qué sumirnos en el pesimismo respecto del alcance del planteamiento científico: hay un hueco para el realismo entre el pesimismo y el optimismo. Una estimación realista podría ser la siguiente. En primer lugar, podemos esperar que todo problema cognoscitivo resultará ser parcialmente resoluble o irresoluble con los medios (métodos especiales), los datos que de que dispone la ciencia en cada momento determinado. En segundo lugar, no se ha hallado nunca un método más poderoso que el de la ciencia, y todo esfuerzo en tal sentido que se haya visto coronado por el éxito ha resultado ser un perfeccionamiento del método científico, en particular, los intentos de captar la realidad directamente, sin elaboración alguna (o sea, por percepción directa, por simpatía o por pura especulación), han fracasado sin excepción, y, por si eso fuera poco, la ciencia puede explicar por qué tenían que fracasar necesariamente,a saber, porque muchos, la mayoría de los hechos, están más allá de la experiencia y, consiguientemente, tienen que ser objeto de hipótesis, no de intuición directa. En tercer lugar, el método científico y las técnicas especiales que lo complementan no son nada concluso: han ido evolucionando a partir de precedentes más rudimentarios y tendrán que perfeccionarse si queremos obtener resultados mejores. En cuarto lugar, como lo peculiara la ciencia no es un objeto determinado (o conjunto de problemas determinado), sino más bien un planteamiento preciso (un método y un objetivo), cualquier cosa se convierte en tema científico, en objeto de la investigación científica, en cuanto que se trata con el método de la ciencia y para alcanzar el objetivo de ésta, aunque ese tratamiento no tenga éxito. Es resolución: no podemos ni deseamos garantizar el éxito del planteamiento científico de problemas de conocimiento de cualquier género: la ciencia no es una panacea; nuestra afirmación, más modesta, es que el planteamiento científico resulta ser el mejor de que disponemos.
Pero hay al menos un objeto -podría uno estar dispuesto a reconocer- que no estudia la ciencia factual, a saber, la ciencia misma. Sin embargo, es claro que el estudio de la ciencia puede plantearse científicamente, y que así se hace de hecho de vez en cuando: tenemos, en efecto, unas cuantas inmaduras ciencias de la ciencia. Si se considera la ciencia como una peculiar actividad de individuos y equipos, entonces podemos apelar a la psicología de la ciencia; esta disciplina estudiará, entre otras cosas, el impulso cognitivo, los procesos psicológicos de la producción de hipótesis, la rigidez mental entre los científicos, etc. Si consideramos la ciencia en su contexto social, nos encontramos con la sociología de la ciencia, o sea, con el estudio de los factores sociales que facilitan la investigación y de los que la inhiben, estudio del papel de la ciencia en el planteamiento y el control de la acción humana, etc. Y si estudiamos la ciencia como un aspecto de la evolución cultural, surge la historia de la ciencia, o sea, el estudio de los orígenes y el desarrollo de una línea de investigación, de los cambios de perspectiva científica, etc. Todas ésas son consideraciones externas de la ciencia, en el sentido de que no analizan ni critican el método ni el resultado de la investigación, sino que los toman como dados. Además, la psicología, la sociología y la historia de la ciencia son ciencias factuales (empíricas) de la ciencia; manejan y elaboran una gran cantidad de datos empíricos.
El estudio interno de la ciencia ha sido desde sus comienzos un tema filosófico. Han sido filósofos -o, a veces, científicos de vacaciones- los que han estudiado el esquema general de la investigación científica, la lógica del discurso científico y las implicaciones filosóficas de su método y de sus resultados. Este estudio interno de la ciencia se interesa por el conocimiento científico independientemente de su origen psicológico, de sus bases culturales y de su evolución histórica, mientras que el estudio externo se ocupa sobre todo de las actividades humanas supuestas por(e incluidas en) la producción, el consumo, el desperdicio y la corrupción de la ciencia: las ciencias externas de la ciencia son otras tantas ramas de la ciencia de la cultura. El estado interno de la ciencia, en cambio, se encuentra por encima de su objeto, en el sentido semántico de ser un discurso sobre un discurso. Y del mismo modo que un enunciado acerca de un enunciado se llama metaenunciado, así también el estudio interno de la ciencia puede llamarse metaciencia, y es a su vez parte de la teoría del conocimiento (epistemología).
La metaciencia puede dividirse en tres partes: la lógica (sintaxis y semántica)de la ciencia, ocupada por problemas como el de la estructura de las teorías empíricas y la relevancia empírica, si la tienen, de los conceptos empíricos; la metodología de la ciencia, que trata del método general de la ciencia y de las técnicas que lo complementan, como, por ejemplo, la obtención que muestran al azar; y la filosofía de la ciencia, que estudia los presupuestos y resultados -si los tiene- lógicos, epistemológicos y ontológicos de la investigación científica. Estos campos problemáticos tienen sus raíces en el pasado, pero no se han planteado científicamente hasta hace poco tiempo. Además, su progreso es hasta ahora muy desigual; mientras que la lógica formal de la ciencia, particularmente la sintaxis de las teorías, es una ciencia exacta, en cambio la metodología y la filosofía de la ciencia siguen limitadas esencialmente a la descripción y al análisis de la ciencia, y sólo de vez en cuando consiguen establecer teorías propias, como la de la probabilidad de las hipótesis; y, aun en estos casos, tales teorías suelen aplicarse a modelos súper simplificados de la ciencia, más que la ciencia real. En resolución: la metaciencia sigue siendo esencialmente una protociencia, y no una ciencia plenamente desarrollada; adopta el planteamiento científico, pero, hasta el momento, ha producido pocos resultados. En todo caso, podemos afirmar que además de la ciencia tout court, contamos con la ciencia de la ciencia: (Fig.7)
En conclusión: por limitado que pueda ser el resultado del planteamiento científico, no conocemos que tenga limitaciones intrínsecas y, además, esas limitaciones no pueden estimarse correctamente sino desde dentro de la ciencia misma: puede colocarse bajo el dominio de la ciencia toda la naturaleza y toda la cultura, incluida la ciencia misma. Sin duda hay temas que hasta el momento no han sido abordados científicamente -por ejemplo, el amor-, ya sea porque nadie ha notado aún su existencia, ya sea porque no han atraído la curiosidad de los investigadores, y por último, porque circunstancias externas, como el prejuicio -por ejemplo, la idea de que ciertas experiencias humanas no pueden ser objeto de planteamiento científico, sino que tienen que mantenerse siempre en la esfera privada- han impedido consideración científica. Tales ideas y prejuicios tienen en su favor no sólo el peso de la tradición, sino también una errónea concepción de la ciencia, la mayor parte de las veces su incorrecta identificación con la física. Estos prejuicios son algunos de los últimos bastiones del oscurantismo; se están hundiendo, ciertamente, con rapidez: empezamos a tener estudios científicos de la experiencia estética y hasta de las sutiles manipulaciones de que es objeto la mente del hombre por obra de anacrónicas ideologías como es, precisamente, la que se opone al estudio científico del objeto hombre.
Los éxitos
del planteamiento científico, así como su independencia respecto del
tema en estudio en cada caso, dan razón de la potencia expansiva de la
ciencia, la cual ocupa ahora territorios antes cubiertos por disciplinas humanísticas
-por ejemplo, la antropología y la psicología especulativas filosóficas-
y está continuamente explorando territorios nuevos. Los mismos factores
dan también razón de la creciente importancia de la ciencia en la
cultura moderna. Desde el Renacimiento, el centro de la cultura ha ido pasando
cada vez más visiblemente desde la religión, el arte y las humanidades
clásicas hacia la ciencia, la formal y la factual, la pura y la aplicada.
Y no se trata sólo de que los resultados intelectuales de la ciencia y
sus aplicaciones para fines buenos y malos hayan sido reconocidos hasta por
el pintos menos formado culturalmente: hay un cambio aún más importante
y agradable, que consiste en la difusión de una actitud científica
respecto de problemas cuya adecuada solución requiera algún conocimiento,
aunque en sí mismo no sean problemas teoréticos. Esto no quiere decir
que la ciencia está absorbiendo gradualmente toda la experiencia humana
y que vayamos a terminar por amar y odiar científicamente, igual que podemos
ya curar y matar científicamente. No: salvo la investigación científica
misma, las experiencias humanas no son científicas, ni siquiera cuando
se benefician del conocimiento científico, lo que puede y debe ser científico
es el estudio de toda esa experiencia, que en sí no lo es.
Podemos esperar de una amplia difusión de la actitud científica -pero
no de una divulgación de algunos meros resultados de la investigación-
cambios importantes de concepción y comportamiento individual y colectivo.
La adopción universal de una actitud científica puede hacernos más
sabios: nos haría más cautos, sin duda, en la recepción de información,
en la admisión de creencias y en la formación de previsiones; nos
haría más exigentes en la contrastación de nuestras opiniones,
y más tolerantes con las de otros; nos haría más dispuestos a
inquirir libremente acerca de nuevas posibilidades, y a eliminar mitos consagrados
que sólo son mitos; robustecería nuestra confianza en la experiencia,
guiada por la razón, y nuestra confianza en la razón contrastada por
la experiencia; nos estimularía a planear y controlar mejor la acción,
a seleccionar nuestros fines y con el conocimiento disponible, en vez de dominadas
por el hábito y por la autoridad; daría más vida al amor de la
verdad, a la disposición a reconocer el propio error, a buscar la perfección
y a comprender la imperfección inevitable; nos daría una visión
del mundo eternamente joven, basada en teorías contrastadas, en vez de
estarlo con la tradición, que rehúye tenazmente todo contraste con
los hechos; y nos animaría a sostener una visión realista de la vida
humana, una visión equilibrada, ni optimista ni pesimista. Todos esos efectos
pueden parecer remotos y hasta improbables, y, en todo caso, nunca podrán
producirlos los científicos por sí mismos: una actitud científica
supone un adiestramiento científico, que es deseable y posible sólo
en una sociedad programada científicamente. Pero algo puede asegurarse:
que el desarrollo de la importancia relativa de la ciencia en el cuerpo entero
de la cultura ha dado ya de sí algunos frutos de esa naturaleza, aunque
a escala limitada, y que el programa es digno de esfuerzo, especialmente teniendo
en cuenta el éxito muy escaso de otros programas ya ensayados.
Para terminar: el planteamiento científico no tiene limitaciones intrínsecas
conocidas; se encuentra en un proceso de rápida expansión y está
consiguiendo en medida creciente imágenes parciales del mundo externo y
del mundo interno al hombre, las cuales son cada vez más verdaderas; y
ello por no hablar de las herramientas que está suministrando para el dominio
de dicho mundo. (Si alguien sostuviera que el planteamiento científico
tiene limitaciones intrínsecas, le pediríamos que fundamentara su
afirmación. ¿Cómo? Llevando a cabo el mismo una investigación
científica acerca de ese problema.) En virtud de su poder espiritual y
de sus frutos materiales, la ciencia ha llegado a ocupar el centro de la cultura
moderna, lo que no quiere decir sin más el centro de la cultura de nuestros
días. Sería, en efecto, insensato olvidar que, en paralelismo con
la cultura superior, subsiste una cultura popular o étnica, y que la pseudociencia
ocupa en la cultura urbana popular contemporánea una posición análoga
a la que ocupa la ciencia en la cultura superior. Resultará instructivo
y entretenido echar un vistazo a todo eso que a menudo se pasa de contrabando
bajo la etiqueta de ciencia, aunque carece del método y del objetivo de
la ciencia. Pasaremos ahora a ese tema, la ciencia popular.
Pseudociencia
El conocimiento ordinario puede desarrollarse en alguna de las tres direcciones siguientes: (i) Conocimiento técnico: es el conocimiento especializado, pero no-científico, que caracteriza las artes y las habilidades profesionales. (ii) Protociencia, o ciencia embrionaria, que puede ejemplificarse por el trabajo cuidadoso, pero sin objeto teorético, de observación y experimentación.(iii) Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivadores desean, ingenua o maliciosamente dar como ciencia, aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos. Pseudociencias aún influyentes son, por ejemplo, la de los zahoríes, la investigación espiritista y el psicoanálisis.
No carece la ciencia de relaciones con el conocimiento técnico, la protociencia y la pseudociencia. En primer lugar, la ciencia utiliza algunos de los datos en bruto conseguidos por la protociencia, aunque muchos de ellos son inútiles por irrelevantes. En tercer lugar, a veces una ciencia ha nacido de una pseudociencia, y en ocasiones una teoría científica ha cristalizado en dogma hasta el punto de dejar de corregirse a sí misma y convertirse en una pseudociencia. Dicho breve y esquemáticamente (Fig. 8), pueden considerarse las siguientes líneas de comunicación entre la ciencia y esas vecinas suyas:
¿Qué es lo malo de la pseudociencia? No sólo ni precisamente el que sea básicamente falsa, puesto que todas nuestras teorías factuales son, a lo sumo, parcialmente verdaderas. Lo malo de la pseudociencia es, en primer lugar, que se niega a fundamentar sus doctrinas y que no puede, además, hacerlo porque rompe totalmente con nuestra herencia científica -cosa que, por cierto, no ocurre en las revoluciones científicas, todas las cuales son parciales, puesto que toda nueva idea tiene que estimarse por medio de otras que no se ponen en discusión en el contexto dado. En segundo lugar, que la pseudociencia se niega a someter a contraste sus doctrinas mediante la experimentación propiamente dicha; además, la pseudociencia es en gran parte incontrolable, porque tiende a interpretar todos los datos de modo que sus tesis queden confirmadas ocurra lo que ocurra; el pseudocientífico, igual que el pescador, exagera sus presas y oculta o disculpa todos los fracasos. En tercer lugar, por la pseudociencia carece de mecanismo autocorrector: no puede aprender nada ni de una nueva información empírica (pues se la traga sin digerirla), ni de nuevos descubrimientos científicos (pues los desprecia), ni de la crítica científica (pues la rechaza con indignación). La pseudociencia no puede progresar porque se las arregla para interpretar cada fracaso como una confirmación, y cada crítica como si fuera un ataque. Las diferencias de opinión entre sus sectarios, cuando tales diferencias se producen, dan lugar a la fragmentación de la secta, y no a su progreso. En cuarto lugar, el objetivo primario de la pseudociencia no es establecer, contrastar y corregir sistemas de hipótesis (teorías) que reproduzcan la realidad, sino influir en las cosas y en los seres humanos: como la magia y como la tecnología, la pseudociencia tiene un objetivo primariamente práctico, no cognitivo, pero, a diferencia de la magia, se presenta ella misma como ciencia y, a diferencia de la tecnología, no goza del fundamento que da a ésta la ciencia.
Nuestro primer ejemplo de pseudociencia puede ser el arte de los zahoríes, o, más en general, la rhabdomancia. La tesis de la rhabdomancia es que ciertos individuos particularmente sensibles pueden percibir inconsciente y directamente las heterogeneidades subterráneas, como minas o yacimientos de agua o petróleo. La técnica de la rhabdomancia consiste en usar una varilla de avellano, castaño, etc., o un péndulo como indicador de aquella sensibilidad. Esquemáticamente, (Fig. 9) la estructura sería:
Algunos zahoríes
modernos sostienen que el primer eslabón de la cadena puede ser también
un tumor canceroso o una avería de un motor de automóvil.
¿Qué es lo malo de la rhabdomancia? En primer lugar, ni la tesis ni
la técnica de la rhabdomancia están fundamentadas en el cuerpo del
conocimiento científico, según el cual, más bien, es imposible
una acción directa de los cuerpos físicos en los estados mentales:
se necesitan un agente físico y su acción sobre un mecanismo biológico,
por la simple razón de que las funciones mentales son propias de sistemas
nerviosos altamente desarrollados, los cuales son a su vez sistemas físicos.
Por otro lado, las técnicas corrientes de prospección geológica
(por ejemplo, la producción de ondas sísmicas artificiales) se basan
en leyes físicas conocidas: el mecanismo de su operación es conocido,
razón por la cuales las considera dignas de confianza. En segundo lugar,
la tesis de la rhabdomancia es incontrastable, o casi, por cada una de
las dos razones siguientes: a) esa tesis no supone ni un mecanismo determinado
ni una determinada ley, de modo que es difícil averiguar qué es lo
que puede discutirse, convalidarse o refutarse, y qué experimentos podrían
falsar la tesis; b) si el zahorí hace una previsión correcta, por
ejemplo, descubriendo una vena subterránea de agua, se considera confirmada
su tesis, pero si fracasa al señalar la presencia de agua, defenderá
su fe diciendo que hay agua, lo que pasa es que está más abajo del
alcance de la perforadora, o bien admitiendo humildemente que ha sido víctima
de un error subjetivo: ha considerado, por ejemplo, indicadores meros síntomas
de cansancio o nerviosismo. No hay geólogo que pueda alcanzar nunca tal
confirmación de sus tesis al cien por cien.
Obsérvese
que la experiencia es irrelevante para la refutación de la rhabdomancia.
En primer lugar, porque esa fe es empíricamente incontrastable. En segundo
lugar, porque un zahorí que tenga un conocimiento descriptivo del terreno
puede ser superior a un geólogo que no cuente más que con instrumentos
científicos y leyes científicas, pero no tenga aún suficiente
conocimiento de la localidad. Por tanto, o bien no se puede, discutir la rhabdomancia,
o bien hay que decidir a su respecto mediante una argumentación metacientífica,
mostrando que sus tesis y su técnica no son ni fundadas ni contrastables,
dos requisitos de las ideas y los procedimientos científicos.
Nuestro segundo ejemplo puede ser la parapsicología, o investigaciónpsíquica,
que son nombres modernos del espiritismo, la actividad de los media, la cartomancia
y otras arcaicas creencias y prácticas. Esta doctrina sostiene la existencia
de ciertos fenómenos como la telepatía (transmisión del pensamiento),
la videncia a distancia, la videncia del futuro y la telequinesis (la causación
mental de fenómenos físicos). La psicología atribuye esos supuestos
hechos a una percepción extrasensorial (ESP: extrasensor y perception)
y a otras capacidades supra-normales que no pretende explicar. La parapsicología
es bastante ambigua no sólo porque trata de entidades no-físicas (como
los fantasmas) y acontecimientos no-físicos (como la telepatía), sino
también porque no ofrece afirmaciones detalladas -que serían contrastables;
pero no precisamente la hace máximamente sospechosa para el metacientífico
crítico. Aclaremos esa sospecha.
En primer lugar, los parapsicólogos no formulan ni tratan sus tesis como hipótesis, esto es, como supuestos corregibles relativos a acontecimientosno percibidos: al llamar a las supuestas anomalías, desde el primer momentos, casos de percepción extrasensorial, el parapsicólogo se compromete ya a priori a sostener un determinado supuesto que luego intentará a toda costa ilustrar en vez de estimar. En segundo lugar, las tesis de la investigación psíquica están formuladas laxamente y tienen poco contenido: son meras afirmaciones acerca de la existencia de ciertos acontecimientos raros, sin precisión acerca del posible mecanismo de la producción, la propagación y la recepción de los mensajes psíquicos. Desde luego, el parapsicólogo no puede aceptar mecanismos físico alguno, pues esto colocaría automáticamente todo el tema en el campo de investigación de la física y de la psicología: cuando se ofrecen explicaciones de los supuestos fenómenos a base de sugestiones subliminares (por debajo del umbral consciente) o de nuevas ondas especiales que hubiera que descubrir, se está desenfocando con la mejor intención la verdadera naturaleza de la parapsicología. La única "interpretación" de las supuestas anomalías que puede admitir un parapsicólogo es que se trata de hechos no-físicos y no-normales; en cuanto que intenta ser más preciso, arriesga la refutación inmediata.
En tercer lugar, las vagas tesis de la parasicología son no-naturalistas y no-fundadas. Aún más están en abierta colisión con el conocimiento científico. Este último, en efecto, sugiere hasta hoy las siguientes generalizaciones: (i) no hay acontecimiento que careza de base física; (ii) el espíritu no es una sustancia "muy útil" que pueda abandonar el cuerpo, propagarse en el espacio y obrar en la materia; "espíritu" es simplemente el nombre de un complejo sistema de funciones o estados del sistema nervioso; (iii) ningún efecto preexiste a su causa, y, en particular, ningún mensaje puede recibirse antes de que sea emitido, como exige la profecía. La inconsistencia de la ESP con la ciencia le sustrae todo apoyo empírico, porque la información empírica sola no constituye evidencia de ninguna clase: para que un dato se convierta en evidencia en favor o en contra de una hipótesis científica, tiene que ser interpretada a la luz de algún conjunto de teorías. Y puestoque la parapsicología carece completamente de teoría, tiene que aceptar la interpretación de los hechos propuestos por la ciencia normal: más como la ESP impugna la competencia de esta última para tratar las supuestas anomalías que ella estudia, no puede aceptar dato alguno, ni siquiera los que ella misma recoge. En resolución, la ESP no puede presentar evidencia alguna en su favor.
En cuarto lugar, se ha probado numerosas veces que las observaciones y los experimentos realizados por los parapsicólogos son metodológicamente inaceptables: (i) de muchos de ellos se ha mostrado que eran lisa y llanamente fraudes; (ii) ninguno de ellos es repetible, por lo menos en presencia de personas que no compartan la fe del parapsicólogo, y hay bastante desacuerdo entre los parapsicólogos mismos por lo que hace al enunciado de los meros "hechos"; (iii) los parapsicólogos tienden a ignorar la evidencia en contra; lo hacen, por ejemplo, seleccionando series favorecidas y deteniendo el experimento en cuanto que reaparece la distribución casual; (iv) los parapsicólogos suelen aplicar mal la estadística; por ejemplo, cuando la aplican a muestras que no son causales (sino subsecuencias seleccionadas de los ensayos) como si fueran estrictamente casuales, del mismo modo, prácticamente, que los vitalistas refutan el materialismo mostrando lo pequeña que es la probabilidad de que un organismo surja espontáneamente del encuentro "casual" de miríadas de átomos.
En quinto lugar, aunque las tesis de la parapsicología son, tomadas una a una, contrastables -aunque a duras penas-, para los parapsicólogos tienden a combinarlas de tal modo que el conjunto sea insusceptible de contrastación, y, por lo tanto, inmune a cualquier crítica sobre la base de la experiencia: en cuanto que una serie de pruebas resulta caer muy por debajo de lo meramente probable, enseguida sostienen que el sujeto está cansado, o que se resiste a creer, o hasta que ha perdido su capacidad paranormal, la cual, por cierto, no tiene relación alguna con otras capacidades, de tal modo que sólo se manifiesta cuando se dan resultados por encima de lo probable, y nunca por el análisis de la personalidad, por no hablar ya de la investigación neurofísica; si el sujeto no lee la carta o mensaje que debía leer según el parapsicólogo, sino la carta o mensaje siguiente de una secuencia, el parapsicólogo declara que ese sujeto presenta el fenómeno de desplazamiento anterior, que se interpreta a su vez como un claro caso de profecía; y si no consigue mover el dado o tocar la trompeta a distancia, el parapsicólogo dictamina una inhibición momentánea o, caso necesario, la pérdida final de la capacidad del sujeto. De este modo se consigue que el conglomerado de las tesis parapsicológicas sea inatacable y, al mismo tiempo, que las técnicas científicas de contrastación resulten irrelevantes.
En sexto lugar, la parapsicología es culpable de no haber conseguido, en 5.000 años de existencia, mostrar una sola regularidad empírica, por no hablar ya de leyes sistematizadas en una teoría. La parapsicología no ha conseguido enunciar ni hechos seguros ni leyes, ni siquiera puede decirseque sea una joven teoría aún no sometida a contrastación, pero prometedora: simplemente, no es una teoría, pues las pocas tesis de la doctrina son ambiguas y se usan para fines de defensa recíproca contra las críticas, no para derivar lógicamente consecuencias contrastables. Dicho de otro modo: la investigación psíquica no ha conseguido nunca alcanzar el objetivo de la ciencia, ni lo ha deseado jamás.
Nuestro último ejemplo de pseudociencia será el psicoanálisis, al que no hay que confundir con la psicología ni con la psiquiatría (la tecnología asociada a la psicología). El psicoanálisis pretende ser una teoría y una técnica terapéutica. Como teoría sería aceptable si se mostrara que es suficientemente verdadero; como técnica, si se mostrara que es suficientemente eficaz. Pero para poder sostener la pretensión de verdad o la pretensión de eficiencia, un cuerpo de ideas y prácticas tiene que someterse él mismo a los cánones de desarrollo de la ciencia pura y aplicada, por lo menos si desea ser tomado por una ciencia. Ahora bien, el psicoanálisis no consigue pasar las pruebas de cientificidad.
En primer lugar, las tesis del psicoanálisis son ajenas a la psicología, la antropología y la biología, y a menudo incompatibles con ellas . Por ejemplo: el psicoanálisis es ajeno a la teoría del aprendizaje, el capítulo más adelantado de la psicología. La hipótesis de una memoria racial inconsciente no tiene apoyo alguno en genética; la afirmación de que la agresividad es instintiva y universal se contradice con la etología y la antropología; la hipótesis de que todo hombre acarrea un complejo de Edipo está en contradicción con los datos de la antropología. Esto no sería grave si se tratara de puntos secundarios de la doctrina; pero son puntos importantes y, sobre todo, el psicoanálisis no puede apelar a la ciencia para eliminar esas partes de su doctrina, porque se presenta como una ciencia rival o independiente.
En segundo lugar, algunas hipótesis psicoanalíticas son incontrastables; por ejemplo, las de la sexualidad infantil, la existencia de entidades desencarnadas dentro de la personalidad (el id, el ego, el superego), y del sueño como significativo de la vuelta al seno materno.
En tercer lugar, las tesis psicoanalíticas que son contrastables han sido, ilustradas, pero nunca realmente contrastadas por los psicoanalistas con la ayuda de las técnicas corrientes; en particular, la estadística no desempeña papel alguno en el psicoanálisis. Y cuando han sido psicólogos científicos los que han sometido esas tesis a contrastación, el resultado ha sido un fracaso. Ejemplos: (i) la conjetura de que todo sueño es la satisfacción de un deseo ha sido contrastada preguntando a sujetos con necesidades urgentes y objetivamente conocidas, como la sed, el contenido de sus sueños; resultado: hay una muy escasa correlación entre las necesidades y los sueños. (ii) Según la hipótesis de la catarsis, la contemplación de films que exponen comportamientos violentos debería tener como resultado una descarga de agresividad; la experimentación científica ha mostrado el resultado contrario (R. H. Walters y otros científicos, 1962). (iii) Estudios muy sistemáticos y tenaces (W. H. Sewell, 1952, y M. A. Strauss, 1957) han destruido la tesis psicoanalítica de que existe una correlación relevante entre las primeras costumbres de alimentación y excreción, por un lado, y rasgos de la personalidad por otro. (iv) Formando grupos para estimar la influencia de la terapéutica psicoanalítica en la neurosis, no se ha encontrado influencia favorable alguna, pues el porcentaje de curaciones estaba algo por debajo del porcentaje de curaciones espontáneas (resultados de H. H. W. Miles y otros experimentadores, 1951, de H. J. Eysenck, 1952, y de E. E. Levitt, 1957); en cambio, la técnica científica de reacondicionamiento tiene éxito en la mayoría de los casos (I. Wolpe, 1958).
En cuarto lugar, aunque algunas conjeturas psicoanalíticas son, tomadas aisladamente, contrastables, y lo han sido, como acabamos de ver, en cambio, no son contrastables tomadas como cuerpo total. Por ejemplo: si el análisis del contenido de un sueño es la satisfacción imaginaria de un deseo, el psicoanalista sostendrá que eso sólo prueba que el sujeto ha reprimido enérgicamente su deseo, ante una persona que no presente complejo de Edipo, el psicoanalista dirá que lo tiene muy reprimido, tal vez por el temor a la castración. Y de esta manera las diversas tesis, los diversos miembros de la banda, se protegen los unos a los otros, y la doctrina en su conjunto resulta inatacable por la experiencia.
En quinto lugar, el psicoanálisis, además de eliminar por absorción indiscriminada toda evidencia que normalmente (en la ciencia) sería considerada desfavorable, se resiste a la crítica. Y hasta la elimina mediante el argumento ad hominem según el cual el crítico está manifestando el fenómeno de resistencia, y confirmando así la hipótesis psicoanalítica sobre ese fenómeno. Ahora bien: si ni la argumentación ni la experiencia pueden resquebrajar una doctrina, entonces esa doctrina es un dogma, no una ciencia. Las teorías científicas, lejos de ser perfectas, son, o bien fracasos que se olvidan, o bien construcciones perfectibles, y por tanto corregidas en el curso del tiempo.
Eso puede completar nuestra esquemática exposición de las mancias que quieren ser tomadas como ciencias. Por varias razones son de desear análisis metacientíficos más detallados de la pseudociencia. En primer lugar, para ayudar a las ciencias jóvenes -especialmente a la psicología, la antropología y la sociología- a eliminar creencias pseudocientíficas. En segundo lugar, para ayudar a la gente a tomar una actitud crítica en lugar de la credulidad aún corriente. En tercer lugar, porque la pseudociencia es un buen terreno de prueba para la metaciencia y, en particular, para los criterios que caracterizan a la ciencia distinguiéndola de la no-ciencia: las doctrinas metacientíficas deberían estimarse, entre otras cosas, por la cantidad de sin-sentido que autorizan.Por lo demás, la pseudociencia ofrece muy poca cosa a la ciencia contemporánea. Puede valerla pena poner a prueba alguna de sus conjeturas no contrastadas, si es que son contrastables, algunas de ellas pueden, después de todo, tener algún elemento de verdad, y hasta el establecer que son falsas significará cierta adquisición de conocimiento.
Pero el problema más importante planteado a la ciencia por la pseudociencia es el siguiente: ¿cuáles son los mecanismos psíquicos y sociales que han permitido sobrevivir hasta la edad atómica a supersticiones arcaicas como la fe en la profecía y la fe en que los sueños dicen la verdad oculta? ¿Por qué no se desvanecen las supersticiones y sus exuberantes desarrollos, las pseudociencias, en cuanto se demuestra la falsedad de su lógica, de su metodología demasiado ingenua o maliciosa, y de sus tesis, incompatibles con los mejores datos y las mejores teorías de que dispone la ciencia?
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
R. L. Ackoff, Scientific Method: Optimizing Applied Research Decisions, New York and London, John Wiley & Sons, Inc., 1962, Chap. I.
M. Bunce, Metascientific Queries, Springfield, III., Charles C. Thomas Publisher, 1959, Chaps. I-3.
M. R. Cohen, Reason and Nature, 2nd. Ed., Glencoe, III., The Free Press, 1953, Chaps. 3-4.
M. R. Cohen and E. Nagel, An introduction to Logic and Scientific Method, New York, Harcourt, Brace & Co., 1934, Chaps. X-XX.
J. B. Conant, On Understanding Science, New Haven, Conn., Yale University Press, 1947.
M. Gardner, Fads and Fallacies, New York, Dover Publications, 1957.
H. Mehlberg, The Reach of Science, Toronto, Toronto University Press, 1958, Part. II.
L. K. Nash, The Nature of the Natural Sciences, Boston, Little, Brown and Co., 1963.
C. W. Churchman, R. L. Ackoff and E. L. Arnoff, Introduction to Operations Research , New York, London, John Wiley & Sons, Inc., Chap. I.
E. B. Wilson, Jr., An introduction to Scientific Research, New York, McGraw-Hill, 1952, Chap. 3.
* Reproducido de "La investigación científica. Su estrategia y su filosofía". Bunge M. Ediciones ARIEL, Barcelona, 1969:19-63. Excluye los "Problemas", diseñados por el autor para los alumnos de los cursos donde ha impartido estas materias.
A fin de ser consecuentes con los aspectos formales de nuestra publicación, la Editorial de Ciencias Médicas (2017) declara que el documento está prácticamente ajustado al formato que adopta la revista, excepto en las referencias bibliográficas, que conservan su formato original.
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Reproducido de "La investigación científica. Su estrategia
y su filosofía". Bunge M. Ediciones ARIEL, Barcelona, 1969:19-63.
Excluye los "Problemas", diseñados por el autor para los alumnos
de los cursos donde ha impartido estas materias.
A fin de ser consecuentes con los aspectos formales de nuestra publicación,
la Editorial de Ciencias Médicas (2017) declara que el documento está
prácticamente ajustado al formato que adopta la revista, excepto en las
referencias bibliográficas, que conservan su presentación original.
** Nacido en Argentina había
sido profesor en las Universidades de Buenos Aires, La Plata, Montevideo, Pennsylnania,
Texas, Delaware y Freiburg entre 1957 y 1968.
Recibido: 2017/04/10.
Aceptado:2017/04/28.
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