SIMPOSIO
Los aportes de José López Sánchez a las ciencias de la salud expresados en su bibliografía
Jose Lopez Sanchez's contributions to the health sciences in his bibliography
Lic. José Antonio López Espinosa
Cátedra "Alexander und Wilhelm von Humboldt" de la Universidad de La Habana. La Habana, Cuba.
RESUMEN
Se hace un breve recuento de los aspectos más importantes de la fecunda vida y notable obra del doctor José López Sánchez (1911-2004) como médico asistencial, administrador de salud, diplomático, militante revolucionario, profesor, investigador e historiador. Se da a conocer la amplia producción de literatura científica por él generada, con énfasis en sus contribuciones más importantes a las ciencias de la salud en general y a la salud pública en particular. Se destacan los trabajos de su autoría, que abarcaron más de seis décadas y se diseminaron principalmente en forma de monografías, libros y artículos en revistas cubanas y extranjeras, en los cuales puso al descubierto cuestiones inexploradas o poco conocidas por la comunidad científica nacional e internacional. En el caso específico de la salud pública, demostró las condiciones bajo las cuales se abrió camino la investigación científica en Cuba, las dificultades enfrentadas por sus precursores y los problemas que han debido solucionar sus seguidores desde los lejanos años de la colonización española hasta la época actual. Este legado bibliográfico orientado a generar nuevos conocimientos o a recrear los ya existentes, es digno de la consideración y el respeto de la generación actual y las generaciones futuras de salubristas y profesionales de la salud en general. El presente artículo pretende constituirse en modesta manifestación de reconocimiento a este artífice de la ciencia y la cultura cubana del sigo XX en el centenario de su natalicio.
Palabras clave:
producción científica, bibliografía médica, personalidades,
ciencias de la salud, salud pública, Cuba.
ABSTRACT
A brief account was made on the most important aspects of the fecund life and remarkable work of Dr Jose Lopez Sanchez (1911-2004) as physician, health manager, diplomat, revolutionary militant, professor, researcher and historian. The extensive scientific literature production that he was able to generate, making emphasis in his most important contributions to health sciences in general and to the public health in particular, was presented. Those works that covered more than six decades and were mainly disseminated as monographies, books, and articles in Cuban and foreign journals, in which he revealed unexplored or barely known issues for the national and international communities, were underlined. In the field of public health, he proved the conditions in which the scientific research paved its way in Cuba, the difficulties faced by the forerunners and the problems that their followers had to solve from the Spanish colonization times up to the present stage. This bibliographic legacy aimed at generating new pieces of knowledge or reliving the existing ones, is worthy of the consideration and respect of the present and future generations of public health professionals and of health professionals as well. This article intends to be a modest acknowledgement for this architect of the Cuban science and culture in the 20 th century to celebrate his 100 th anniversary.
Key words:
scientific production, medical bibliography, personalities, health sciences,
public health, Cuba.
Hay
hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año
y
son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.
BERTOLDT
BRECHT
Cualquier obra de referencia que se consulte para obtener datos acerca de sucesos ocurridos en el sexto mes de cualquier año remoto o reciente, refleja que junio ha sido en todas las épocas un mes de acontecimientos importantes en cualquier parte del mundo. Esta circunstancia no ha sido excepción en Cuba donde, en el caso particular de las ciencias de la salud, abundan los hechos relevantes que han tenido lugar durante el segundo lapso de 30 días de cada primer semestre. Ahí están para demostrarlo la graduación en junio de 1792 de Doctor en Medicina del sabio Tomás Romay Chacón (1764-1849) y la creación, ese mismo mes y año, de la Sociedad Patriótica de La Habana; la inauguración de la primera academia cubana de parteras en junio de 1828, la creación de la Sociedad de Higiene de La Habana en junio de 1891, la aplicación por primera vez en Cuba de la vacuna antileprosa en junio de 1939, la colocación de la primera piedra de lo que es hoy día el Instituto de Oncología y Radiobiología en junio de 1949 y la constitución del Comité Cubano de Médicos contra el Arma Nuclear en junio de 1983, por solo citar algunos de los ejemplos que en virtud de su trascendencia no necesitan explicación.1
Como de acontecimientos importantes se trata, hay uno con merecimientos suficientes para estar también registrado en la relación de efemérides cubanas importantes, pues el 4 de junio de 1911 vino al mundo en La Habana un niño que con el tiempo se convirtió en uno de esos escasos individuos que logran reunir muchas virtudes extraordinarias puestas al servicio de la vida intelectual y social de su tiempo, con lo cual hacen brillar sus nombres para la posteridad. Los sucesos que protagonizó, los progresos que contribuyó a materializar en varias ramas del saber humano, las instituciones que fundó o ayudó a crear, los beneficios que brindó al desarrollo de la ciencia en Cuba y en otros países y el bien que diseminó entre sus semejantes José López Sánchez, el niño que vio la primera luz aquel 4 de junio de 1911, le deben pues otorgar a ese día el aval para su justa inclusión entre las fechas memorables en la Mayor de las Antillas.
La prolongada estancia en el mundo de los vivos de esta destacada figura de la ciencia y la cultura cubana, estuvo todo el tiempo matizada por la tenacidad y la constancia, a la vez que honrada con verdadera honradez. Su obra creadora de más de 60 años, mantenida hasta los últimos momentos de su fecunda vida, se puede abordar en las facetas de médico asistencial, diplomático, comunista e internacionalista, profesor, investigador e historiador, en varias de las cuales generó notables hitos. Esta última afirmación se fundamenta en los resultados de su ejecutoria como profesional de la salud y de las relaciones de Cuba con el exterior, como militante revolucionario, como docente con un alto sentido de su responsabilidad y como científico que logró en no pocas ocasiones poner al descubierto fenómenos desconocidos o poco explorados.
El honroso privilegio de haber trabajado a su lado durante los postreros años de su existencia, posibilitó a este redactor lograr conocer con bastante nivel de profundidad buena parte de su quehacer en cada una de las citadas facetas y, de hecho, cosechar valiosas experiencias desde el punto de vista profesional. En consideración a la eterna deuda contraída con él en tal sentido, es el año de su centenario una ocasión propicia para que este discípulo agradecido le rinda al menos un modesto homenaje con un trabajo a él dedicado. A través de sus páginas se hará un breve recorrido por solo algunas de las partes importantes de su vida y su obra, por cuanto se precisaría un libro de grandes proporciones para poder abordarlas en detalle y el espacio disponible para la redacción de un artículo de revista no es suficiente para divulgarlas en toda su extensión. De ahí que esta contribución se limite a repasar los aspectos más relevantes de su existencia y a pasar revista a sus aportes de más trascendencia a las ciencias de la salud en general y a la salud pública en particular, que han quedado para siempre registrados en la abundante bibliografía que generó.
Procede advertir que la información que aquí se brinda ha tenido como punto de referencia fundamental la literatura publicada sobre esta personalidad antes y después de su fallecimiento,2-17aunque también se ha basado en algunas de sus publicaciones y manuscritos todavía inéditos, así como en la experiencia acumulada por este redactor durante el tiempo de trabajo a su lado.
UNA VIDA FECUNDA
Desde la caída de la tarde del día 3 de junio de 1911 llovía copiosamente y Teresa Sánchez Almeida, una cubana descendiente de canarios, vecina de la calle Concepción de la Valla número 3 en el barrio Peñalver de la ciudad de La Habana, reclamaba la presencia de una comadrona en virtud de sus síntomas, que anunciaban la llegada al mundo de su cuarto hijo. Su esposo, José López Bimbela, un emigrante español que llegó a Cuba en 1895, fue en busca de la partera en medio de la tormenta. Tras una prolongada y compleja maniobra de parto, dio a luz Teresa a las 2:30 de la madrugada un niño de 11 libras de peso que inundó de gran felicidad a la familia, pues se trataba del primer hijo varón después de los nacimientos de tres hembras. El padre decidió bautizarlo con su mismo nombre, precisamente por haber sido el primer varón del total de diez hijos que llegó a tener el matrimonio.
La instrucción primaria la recibió Pepe, como cariñosamente se le llamó en el seno familiar, primero en su ciudad natal y luego en Santa Clara y en Santiago de Cuba, dado el trabajo de su padre que obligaba a la familia a trasladarse constantemente. Por los mismos motivos empezó los estudios del nivel medio en Santiago de Cuba y los terminó en Santa Clara donde se graduó en mayo de 1928. En septiembre del mismo año matriculó la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana, la cual tuvo que interrumpir tras haber culminado los dos primeros años, al cerrar la institución por orden del entonces presidente de la República Gerardo Machado Morales (1871-1939). Cuando se reabrió la Universidad en el curso 1933-1934, continuó sus estudios superiores.
Su primera actividad política había tenido lugar en 1925, cuando cursaba el segundo año del bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Oriente, y fue allí seleccionado para integrar el comité organizador de una manifestación por la libertad del líder revolucionario Julio Antonio Mella (1903-1929), el primer Secretario de Organización que tuvo el Partido Comunista de Cuba y uno de sus fundadores, apresado por el presidente Machado. En noviembre del mismo año ingresó en el Partido Comunista, desde cuyas filas se mantuvo en la lucha contra la dictadura machadista -fue detenido por ello en dos ocasiones-, hasta que se produjo su derrocamiento en 1933.
En 1937, luego de terminar el cuarto año de la carrera, se ofreció de manera voluntaria para viajar a Valencia, España, a participar en el Congreso Mundial de Estudiantes Antifascistas que debía tener lugar allí en diciembre de ese año. Como el Congreso no se llegó a celebrar, actuó en calidad de corresponsal de guerra del periódico Al Ataque, que editaba la División 46. Con posterioridad se le designó para el frente de Teruel y para hacer trabajo de propaganda en New York a favor de la República Española.
A raíz de su regreso a La Habana, continuó sus estudios en la Universidad y se graduó de Doctor en Medicina el 29 de junio de 1938. Ese mismo año se le encomendó la tarea de ejercer como médico interno y de visita domiciliaria en el Centro Benéfico Jurídico de Trabajadores de Cuba. En 1943 obtuvo el grado de Especialista en Enfermedades de la Piel y Sífilis en esa unidad de salud, en la que llegó a ser el jefe del servicio de la referida especialidad hasta 1962. En 1946 se desempeño como dermatólogo en el Hospital Municipal de Infancia de La Habana y, entre 1948 y 1962 hizo la misma función en el hospital Freyre de Andrade.
Desde 1942 hasta 1959 integró el Comité Ejecutivo de la Federación Médica de Cuba y el Colegio Médico Nacional. Durante aquel período fue el editor del órgano oficial de esas organizaciones, el cual circuló con el título de La Tribuna Médica. En el bienio 1945-1946 fue profesor de las asignaturas Medicina del trabajo e higiene industrial y Medicina reflexológica en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana.
Tras producirse el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, fue un luchador incansable contra la tiranía de Fulgencio Batista y Zaldívar (1890-1973) desde las filas del Partido Socialista Popular y del Colegio Médico Nacional. Apoyó de manera sistemática a los combatientes de la clandestinidad y a los de la Sierra Maestra, con colectas y compras de instrumental médico a ellos destinados, lo que le valió ser detenido y juzgado por el Tribunal de Urgencia por "actividades comunistas". Asimismo hizo vida semiclandestina desde 1957 hasta la caída de la tiranía batistiana en enero de 1959.
Como miembro titular de la Sociedad Cubana de Medicina del Trabajo y de la Sociedad Cubana de Dermatología, participó en muchas actividades científicas celebradas en Cuba y en otros países. Desde 1946 hasta 1962 formó parte del Comité Ejecutivo de la Federación Médica Panamericana, presidida entonces por el doctor Salvador Allende (1908-1973), quien años después, en 1970, fue elegido como Presidente constitucional de Chile; así como del Consejo Editor de la revista del mismo nombre. Asimismo fungió como editor extranjero de las revistas Asclepios, Medicina Reflexológica y Journal of History of Medicine and Allied Sciences.
Su productiva labor como historiador se inició en 1942, con la traducción a la lengua española del libro Socializad Medicine in the Soviet Union, escrito por el connotado médico, humanista e historiador de origen francés Henry E. Sigerist (1891-1957), la cual se publicó dos años después por la Editorial Páginas, de la que era el presidente.18 En esta faceta llegó a ser Miembro correspondiente del Instituto Brasilero de Historia de la Medicina y de la Sociedad de Historia de la Medicina de Venezuela. Estos reconocimientos se añadieron a su condición de miembro fundador de la Sociedad Cubana de Historia de la Medicina y de la Sociedad Internacional de Historia de la Medicina.
Su brillante carrera como escritor había empezado en agosto de 1943, al año de haber iniciado la citada traducción, cuando se publicó su primer artículo en la revista La Tribuna Médica titulado "Una ruta a seguir: la del Colegio Médico de Holguín".19
Como administrador de salud, en 1960 se le designó asesor del Ministro de Salud Pública y, al año siguiente, se le nombró Viceministro y Vicepresidente del Consejo Científico del organismo. Por otra parte, creó en 1961 la cátedra de Historia de la Medicina y fue Profesor Titular de esa disciplina en la Universidad de La Habana. En 1962 el Consejo de Ministros lo seleccionó para integrar la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias, dentro la cual fue su Secretario Científico y, desde 1964, su Vicepresidente. En 1962 creó el Museo de Historia de las Ciencias Médicas "Carlos J. Finlay", el cual dirigió hasta 1974, el mismo año de su elección como Presidente de la Sociedad Cubana de Historia de la Medicina y de su designación como Embajador de Cuba en la República de la India.
Mientras cumplía su función diplomática en aquella nación, se acreditó con el objetivo de cumplir la misma misión de Embajador en Bangla Desh, Afganistán y el Reino de Nepal. Su ejecutoria como tal ejerció una favorable influencia en el desarrollo y perfeccionamiento de las relaciones entre Cuba y esos países.
A su regreso a la patria, luego de terminar exitosamente estas tareas en junio de 1982, desempeñó el cargo de Director de Documentación en el Ministerio de Relaciones Exteriores hasta que, en septiembre de 1984, se le encomendó otra vez la misión de representar a Cuba como Embajador, en esa ocasión ante la Confederación Helvética (Suiza), nación en la que logró también grandes éxitos como diplomático.
Después de cumplir esa responsabilidad en 1989, retornó a Cuba para desde entonces, ya con 78 años de edad, dedicarse por entero al trabajo intelectual. Esa decisión demostró sus inquietudes científicas y su energía creadora pese a su avanzada edad, atributos que solo cedieron cuando se produjo su deceso el jueves 9 de septiembre de 2004 a las 2:30 de la madrugada, por coincidencia a la misma hora en que había visto la primera luz 93 años antes.
EL COMIENZO DE UNA ABUNDANTE PRODUCCIÓN CIENTÍFICA
Desde 1943, año en el que se publicó su primer artículo, hasta 2004, cuando se divulgaron sus últimos trabajos originales, el doctor López Sánchez acumuló una vasta bibliografía. Esa amplia producción literaria, diseminada durante más de seis décadas, abarcó disímiles temas, fundamentalmente de índole cultural, político y científico, y quedó registrada en 11 libros, cuatro monografías, cinco prólogos, tres recensiones, 14 traducciones, siete obras editadas, 43 editoriales y 102 artículos en revistas cubanas y extranjeras, así como en otros 26 trabajos publicados en Internet. A ello se debe añadir su participación en considerable número de eventos nacionales e internacionales, desde que en junio de 1945 se estrenó como ponente en el Congreso Médico Panamericano, celebrado en la ciudad de San José, Costa Rica, hasta febrero de 2004, cuando se presentó su última ponencia en el IV Congreso Nacional de Historia de la Ciencia y la Tecnología, que tuvo lugar en la Casa "Alejandro de Humboldt" en La Habana Vieja.
Respecto a la significación para el desarrollo del conocimiento en las ciencias de la salud de varias de sus contribuciones expresadas en su bibliografía, hay que remontarse al Primer Congreso Interamericano de Medicina, en el cual su trabajo titulado "La introducción de la anestesia en Cuba" echó por tierra toda la creencia que se sostenía hasta entonces en cuanto a Guatemala como primer país latinoamericano que utilizó la anestesia quirúrgica. Los sólidos argumentos expresados en ese trabajo no dejaron lugar para dudar de que es Cuba la nación portadora de tan importante primicia en la región. Fue tal la trascendencia del contenido de esa ponencia, que en 1946 la prestigiosa revista estadounidense Journal of History of Medicine and Allied Sciences publicó su texto en inglés con el título The introduction of Anaesthesia in Cuba.20 La versión en español se dio a la publicidad primero en 1947, en un artículo aparecido en el Boletín del Colegio Médico de Camagüey, titulado "Historia y evolución del uso de la anestesia quirúrgica en Cuba",21 que fue reproducido en 1959 en la Revista Médica Cubana.22
En cumplimiento de una moción aprobada durante la XXIII Asamblea Médica Nacional, celebrada en diciembre de 1943, se instituyó el premio "Federación Médica de Cuba", para reconocer las obras que mejor exaltaran la ejecutoria de médicos cubanos ilustres. En 1949 el Colegio Médico Nacional convocó a ese concurso la presentación de trabajos acerca de la vida y obra del sabio Tomás Romay Chacón (1764-1849). La primera monografía escrita por el doctor López Sánchez, "Romay fue un iniciador", fue galardonada en dicho certamen con el premio de ese año.23 Esta obra permitió colocar en su justo valor el significado de Romay para el desenvolvimiento político y cultural de la nación cubana. Por ello no fueron pocos los que la consideraron inclusive la mejor biografía escrita hasta aquel momento por un galeno cubano en cualquier tiempo, y una de las más valiosas publicadas en Cuba en 1950,24 según testimonios de los que se hizo eco también la prensa plana de entonces.25-30
En 1948, la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales había instituido el premio "Francisco González del Valle (1881-1942)", para honrar la memoria del gran intelectual e historiador cubano. En 1950, el primer libro del doctor López Sánchez titulado "Vida y obra del sabio médico habanero Tomás Romay Chacón", con un contenido aún más abarcador y profundo que la antes mencionada monografía, fue merecedor del galardón. En esa obra, además de justificar de manera inequívoca por qué se convirtió Romay en uno de los tres grandes precursores de la nacionalidad cubana, junto a José Agustín Caballero (1762-1835) y Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), explicó por qué se le debe considerar el primer higienista y el primer científico de Cuba. Al efecto se apoyó en su protagonismo en acontecimientos de tanta importancia como la inauguración de la bibliografía médica nacional con su monografía publicada en 1797 sobre la fiebre amarilla, que le otorgó a la medicina de la isla caribeña su carácter científico; así como en la introducción, propagación y conservación de la vacuna antivariólica, entre otros hechos relevantes en la labor preventiva.31 Esta obra de López Sánchez fue además considerada por la crítica de la época uno de los 25 mejores libros de autores cubanos producidos durante la primera mitad del siglo XX.32,33
Las cartas de presentación para la comunidad científica que significaron los primeros aportes de López Sánchez en forma de artículos, de monografías y de libros, hacen suponer a priori cuántas contribuciones más de calidad legó para la historia de la salud pública cubana y para la de las ciencias de la salud en general. Mucho más si se tienen en cuenta las ocho traducciones34-41 y otros 11 artículos de su cosecha personal sobre esas materias, dados a la publicidad en el período de 1943 a 1950 en la revista Tribuna Médica.42-52
La década de 1950 fue también pródiga en contribuciones de López Sánchez a la bibliografía médica, como resultado de su constante labor de investigación. Entre los interesantes trabajos publicados con su firma en ese lapso, descollan el referido a una revisión histórica de 10 años que hizo sobre el tratamiento de la sífilis con penicilina,53 sus apuntes histórico-sociológicos sobre medicina del trabajo desde los tiempos primitivos hasta la revolución industrial,54 así como su esquema histórico de la evolución de las ideas médicas sobre la concepción unicista del ser humano.55 Esta referencia habla por sí sola de la relevancia del contenido de estos trabajos, en los cuales se vio la presencia del investigador y del historiador, dispuesto a desentrañar secretos bien escondidos acerca de la génesis y evolución de los fenómenos que estudiaba, para poner después sus descubrimientos a la disposición de la comunidad científica.
LA MADUREZ COMO AUTOR Y PUBLICISTA
En 1960 la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana dio a conocer un folleto de 45 páginas titulado "El primer médico cubano Diego Vázquez de Hinostrosa",56 con el cual López Sánchez cerró con broche de oro el decenio de 1950 en lo referente a su productivo quehacer y vislumbró su madurez como autor y publicista de relevantes contribuciones.
El contenido de ese folleto fue resultado de su minuciosa investigación de los médicos que ejercieron en Cuba durante el período colonial temprano, con el fin de establecer quiénes eran cubanos. Luego de revisar en cada caso toda la documentación disponible, encontró que fue allá por la década de 1650 que un criollo incorporó su título de médico en el cabildo de La Habana, tras obtenerlo en la Universidad de San Hipólito México. Con estos antecedentes y el estudio posterior de su trayectoria como estudiante y en el ejercicio profesional, llegó a la conclusión y demostró con las pruebas documentales expuestas en el texto que es Diego Vázquez de Hinostrosa (1626-16??) quien ostenta la primicia de haber sido el primer médico cubano.
Los elementos indicados en esta obra con gran lujo de detalles tienen incluso la virtud de convencer de manera inequívoca de que, en cierto momento, este habanero coincidió en el ejercicio de la profesión con quien se considera el más notable de todos los médicos españoles radicados en La Habana a lo largo del siglo XVII, a saber, el sevillano Lázaro de Flores Navarro (162?-1673).
El mismo año 1960, a unos meses del triunfo de la Revolución cubana sobre la tiranía batistiana, salieron a la arena periodística en la revista Tribuna Médica dos artículos de López Sánchez que, por su enfoque dialéctico materialista en relación con los médicos y la medicina cubana, no deben quedar fuera de esta selección de sus trabajos de más relevancia. Uno de ellos fue un editorial, en el que el autor hizo un atinado comentario sobre la revalorización de la medicina cubana por la recién triunfante Revolución.57 El contenido del otro artículo tiene que ver con los resultados de una misión cumplida por varios galenos cubanos en los países socialistas, de la cual fue él uno de sus integrantes.58
Un año después, en 1961, se editó su libro de 408 páginas titulado "Curso de Historia de la Medicina: desde los tiempos primitivos hasta el Renacimiento", el cual dedicó a los primeros estudiantes de medicina en disfrutar los beneficios de la reforma universitaria al calor de la Revolución patriótica, democrática y socialista.59 En su texto se puso de manifiesto la interpretación materialista del desarrollo de la sociedad y la conceptualización de la medicina como fenómeno de la vida social Con esas herramientas el autor, luego de estudiar numerosas fuentes de información, con inclusión de muchas generadas por otros autores que expresaban posiciones distintas y hasta contrarias a las suyas, fue capaz de desentrañar las contradicciones peculiares de los regímenes presocialistas, entre el progreso de la medicina como ciencia y su aplicación social en la salud pública. En virtud de ello, consiguió desarrollar de principio a fin de su obra una concepción revolucionaria original, lo cual constituyó un indiscutible mérito a su favor.
"Tomás Romay y el origen de la ciencia en Cuba",60 publicado en 1964, fue la edición revisada y ampliada del libro que había sido agraciado en 1950 con el premio "Francisco González del Valle".31 Este título se editó en aquella ocasión como parte del homenaje rendido durante ese año al bicentenario del natalicio del sabio cubano. En 1967 se produjeron en La Habana y en Moscú versiones en inglés, francés y ruso de esa edición.61-63
El año 1965 fue muy productivo para el doctor López Sánchez en cuanto a publicaciones generadas. Particularmente con las vinculadas a la historia de la salud pública y de las ciencias de la salud en general es procedente mencionar un artículo que dedicó al centenario de la dentistería en Cuba,64 y otro en el que abordó el pasado, la situación de aquel momento y el futuro de la enseñanza de la Medicina en Cuba.65
López Sánchez fue también el compilador, prologuista y editor de las "Obras completas de Tomás Romay", que salieron en dos volúmenes en 1965. En el primer volumen aparece además un ensayo biográfico de esta excelsa figura por él redactado66 y una inscripción, ubicada en la página inicial, que se puede observar asimismo en el mausoleo erigido a la memoria de Romay en el Museo de Historia de las Ciencias "Carlos J. Finlay", cuyo texto dice:
Pensador, científico, humanista, sabio médico, contribuyó a la derrota de la escolástica y abrió el camino al desarrollo de las ciencias naturales modernas.
Ese mismo año se vio también el resultado de su labor como participante
en la compilación y edición de los primeros volúmenes de
las "Obras completas de Carlos J. Finlay". El primer tomo de esa colección
está igualmente prologado con su firma.67 Por otra parte,
fue el prologuista del libro de corte costumbrista del notable historiador Emilio
Roig de Leuchsenring (1889-1964), que vio la luz también en 1965, con
el título de "Medicos y Medicina en Cuba".68
Con independencia de las diversas modalidades documentarias sobre varios temas que produjo a partir de entonces de índole político y cultural en general, procede dar un salto en el tiempo y llegar al año 1970, cuando en la colección Cuadernos de Historia de la Salud Pública apareció su libro "La Medicina en La Habana", con una cronología de los acontecimientos médicos consignados en las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana entre 1550 y 1799.69,70 En esta obra, dividida en dos tomos, el autor divulgó las noticias de los hechos relativos a la medicina en la capital cubana, ocurridos en una época en la que no existía la prensa periódica. A ese efecto revisó paciente y cuidadosamente 50 libros de las Actas Capitulares originales, 57 de las Actas trasuntadas y tres de las Actas impresas para entresacar de ellas, inspirado en el principio de la interpretación crítica de la época en la que tuvo lugar cada hecho y del estado ambiental de sus protagonistas, aquellas noticias que de un modo u otro tenían algo que ver con la medicina y la salud pública. El hecho de haber agrupado y plasmado de manera sistemática la constancia, hasta entonces registrada en documentos dispersos, de la ocurrencia de tan importantes acontecimientos, es un crédito indiscutible del valor del contenido de este libro de López Sánchez.
Al año siguiente se publicaron en Cuba y en Italia sendos escritos originales suyos sobre la doctrina del sabio médico cubano Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915),71,72 y en 1973, la Revista de la Biblioteca Nacional "José Martí" divulgó su artículo demostrativo del primer libro científico escrito en Cuba.73 El contenido de ese artículo sobre "Arte de Navegar", título del referido libro, brindó luz sobre el tema no solo a la comunidad científica cubana, por cuanto tuvo también gran impacto cultural en la de la región española de Sevilla, de donde era oriundo su autor, a saber, el médico Lázaro de Flores Navarro, del cual se había hecho ya referencia como el más notable de los médicos españoles que ejercieron en La Habana durante todo el siglo XVII.
Lo anterior se explica porque, por una parte, López Sánchez comprobó que, no obstante haberse escrito por un ilustre médico, el texto de este libro estaba más bien orientado a solucionar problemas científicos relativos a la navegación entre España y la isla. Por otra parte, y para que se tenga una idea del impacto antes mencionado de ese artículo en la región sevillana, vale decir que en una edición facsímil publicada en 2007, en la cual se reprodujo por primera vez en soporte papel el contenido de "Arte de Navegar", se reconoce que el trabajo de López Sánchez constituye la "aproximación más exhaustiva a la biografía y a la obra de Lázaro de Flores".74 En la misma edición facsímilar se afirma incluso que el científico e historiador cubano ha representado y personificado lo que José Martí (1853-1895) pedía con todas sus fuerzas cuando indicaba que "el talento viene hecho y trae consigo la obligación de servir con él al mundo".75
Entre 1974 y 1982, período durante el cual cumplió su misión diplomática en calidad de embajador de Cuba en la India, Bangla Desh, Afganistán y el Reino de Nepal, López Sánchez no dejó de escribir y de dar a conocer el fruto de sus investigaciones, la mayor parte de perfil político, en publicaciones cubanas y de las naciones en las que entonces se encontraba. En el lapso de dos años y tres meses que medió entre su retorno de Asia en junio de 1982 y su viaje a Europa para representar a Cuba como su embajador ante la Confederación Helvética (Suiza), se vieron también divulgados los resultados de varios de sus estudios, sobre todo en relación con la historia de las ciencias. Asimismo dedicó parte de ese tiempo a comenzar y continuar otras investigaciones de gran importancia, cuyos resultados se publicaron, en ciertos casos, mientras ejercía su función en el exterior, que esa vez abarcó desde 1984 hasta 1989. Uno de estos casos es el de su libro en dos tomos "Ciencia y Medicina", dado a la arena periodística en 1986. En las 429 páginas de que consta el primer tomo de esta obra, quedó registrada una valiosa recopilación de ensayos relacionados con la historia de las ciencias en general y con sus momentos más señalados desde la época colonial, tanto en Cuba como en el resto del mundo.76 Por otra parte, las 409 páginas de las que se compone el segundo tomo las dedicó el autor a analizar, con un enfoque dialéctico materialista, importantes aspectos de la historia de la Medicina como ciencia.77
Párrafo aparte merece "Finlay. El hombre y la verdad científica",78 libro dado a la publicidad en 1987, y que muchas opiniones autorizadas consideran como la biografía más completa escrita hasta ahora sobre el sabio cubano. En este libro de 578 páginas logró penetrar López Sánchez en la esencia de la creación científica de Finlay y le adjudicó un nuevo enfoque a la significación de su obra.
Sin duda, "Finlay. El hombre y la verdad científica" es uno de sus aportes de mayor relevancia, no solo a la metodología de la investigación científica y de la ética a través de la conducta y el pensamiento de Carlos J. Finlay, sino también a la enseñanza de los valores patrióticos y humanos presentes en su hallazgo como doctrina que no se limitó al descubrimiento de un vector. Más que eso, el texto de este libro es una prueba fehaciente de cómo la firmeza y la constancia sirven de armas efectivas contra la incomprensión y la indiferencia. En virtud de su contenido se puede conocer hoy día, con gran nivel de profundidad, la forma en que Finlay enarboló esas armas como recurso para defender y demostrar una teoría, convertida con posterioridad en patrimonio de la salud pública y de la medicina cubana y universal.
López Sánchez empezó a escribir esta obra mientras se desempeñaba como embajador en Suiza, por una inspiración que le inculcó Fidel, en una conversación sostenida con él. En esa plática salió a relucir la obstinación de algunas autoridades del sector de la salud, en especial las estadounidenses, empeñadas en ignorar el trabajo de Finlay, usurpar sus concepciones y restarle trascendencia a su magnitud y universalidad. Fue en esa oportunidad que el máximo líder cubano le encomendó la tarea de redactar el libro.
Para cumplir la encomienda, que simultaneaba con las tareas diplomáticas, el autor dedicó mucho tiempo a estudiar cuidadosamente la vida y obra de Finlay, a partir de documentos y testimonios. Esto le posibilitó dar un nuevo enfoque a la significación del aporte del sabio, muy a propósito para colocarlo en el lugar merecido, ya no por el hecho de haber descubierto el agente transmisor de la fiebre amarilla sino, más que eso, por haber revelado una doctrina respecto a la transmisión de enfermedades infecciosas de un sujeto enfermo a otro sano por mediación de vectores biológicos.
EL ANCIANO DISTINGUIDO EN EL ARTE DE ESCRIBIR
A través de la historia selectos grupos de hombres han conseguido grandes triunfos, tras haber pasado el imaginario umbral de la llamada tercera edad. Ahí están los casos del astrónomo y físico italiano Galileo (1564-1642), quien a los 73 años logró sus principales hallazgos sobre la luna; el del naturalista francés Georges Louis Bufón (1707-1788), quien a los 74 comenzó la publicación de su obra de 40 tomos "Historia natural"; y el del también naturalista Charles Darwin (1809-1882), quien terminó su "Origen del hombre" después de cumplir los 82, por sólo mencionar algunos.
El doctor López Sánchez debe formar parte también de esa relación de seres humanos que han legado importantes obras a sus congéneres, aún después de tener invadida su cabeza por la nieve de los años. Estas contribuciones por él concebidas, escritas y publicadas en la última etapa de su prologada vida, son testimonio del compromiso que siempre se autoimpuso para con la sociedad de su presente y del futuro.
En este sentido se ha tomado como punto de referencia 1989, año en el que regresó a Cuba luego de cumplir exitosamente su misión diplomática en Suiza, cuando decidió dedicarse nada más que a investigar y a escribir.
Un importantísimo resultado de su producción científica en esta etapa fue, sin duda, el libro "Cuba. Medicina y civilización: siglos XVII y XVIII", dado a conocer en 1997, cuando el autor contaba ya los 86 años de edad. Las 373 páginas que componen esta obra se distribuyen en ocho capítulos, en los que se ponen de relieve aspectos hasta entonces desconocidos o poco explorados acerca de algunos razonamientos y hechos inherentes a una etapa de la colonización de la isla de Cuba por España, que influyeron en el desarrollo y la evolución de las acciones orientadas a la atención de la salud.79
La práctica del arte de curar por los aborígenes cubanos, los atributos míticos y las propiedades medicinales del tabaco, la leyenda y la verdad respecto a la procedencia de la sífilis venérea, el panorama social predominante en la isla en la etapa inicial del período colonial y su influencia sobre el estado de salud de la población, los procedimientos que se aplicaban para asistir a los enfermos y los curanderos improvisados, los padecimientos traídos por los colonizadores y su acción sobre el equilibrio orgánico del indio, la transculturación médica tras la llegada de los negros esclavos y la difusión de las enfermedades traídas por ellos, el primer aseguramiento de agua potable y la construcción del primer hospital en los años iniciales de la colonización, el origen y el modo de irrupción del vómito negro en Cuba, el establecimiento del Real Protomedicato así como la erección de la Real y Pontificia Universidad de La Habana, son solo algunos de los interesantes asuntos concienzudamente analizados por López Sánchez en este libro, en cuya parte final aparecen además las semblanzas biográficas, casi todas inéditas, de 158 médicos, cirujanos, barberos cirujanos, boticarios y comadres parteras, cubanos o extranjeros que ejercieron en la isla durante los siglos XVII y XVIII, las cuales le agregan un incalculable valor a su contenido.
Expertos de la Academia de Ciencias de Cuba y de la Dirección de Literatura del Instituto Cubano del Libro, tras considerar a "Cuba. Medicina y Civilización: siglos XVII y XVIII" entre las mejores obras publicadas en 1997, le otorgaron el Premio de la Crítica de ese año. La sola mención de ese reconocimiento es un respaldo de la vasta cultura que atesoran las páginas de este otro valiosísimo producto del quehacer intelectual de López Sánchez, en el cual se dejan ver de nuevo combinadas sus dotes de médico, de historiador y de político, pero sobre todo la del maestro, dada la magnitud de la fuerza didáctica con la que abordó todos y cada uno de los acontecimientos analizados.
Este científico, enfrascado al mismo tiempo en diferentes estudios de índole sociopolítico, filosófico e histórico durante la última etapa de su vida, no dejó nunca, como parte de esa dedicación, de profundizar en lo referente a la vida y la obra de Carlos J. Finlay. Como resultado de su labor en tal sentido, el mismo año 1997 vio la luz en Barcelona, España una publicación, donde se divulgaron nuevas consideraciones suyas respecto a la conquista de la fiebre amarilla por el sabio cubano,80 que ampliaban el contenido de su libro, publicado diez años antes, "Finlay. El hombre y la verdad científica".78 Estas consideraciones fueron incluidas en 1999 en una edición en inglés de la obra, compuesta entonces por 560 páginas, que se publicó por la Editorial José Martí con el título de "Carlos J. Finlay. His life and his work."81
Otros de los productos de su quehacer intelectual en el campo de las ciencias de la salud en general y en el contexto de la salud pública en particular fue su trabajo relativo a 1797 como el año de la eclosión científica en Cuba, publicado igualmente en 1999 en un anuario que se edita en la ciudad de Dos Hermanas, Sevilla, España;82 el artículo referente al primer claustro médico y los primeros estudiantes de Medicina en la Universidad de La Habana, divulgado en 2003 en la revista "Universidad de La Habana",83 y el que fuera su última contribución, relacionada con la primera mujer que ejerció la Medicina en Cuba y la primera médica graduada en la Universidad de La Habana, registrado en las páginas de la misma revista en 2004, poco tiempo antes de su muerte.84
Si a los recién citados trabajos se agregan otros 26 que tratan sobre fechas memorables de la salud pública cubana y sobre los precursores de la docencia médica en Cuba, que aparecen con su firma en Internet y están a la disposición de la comunidad científica a través de la Universidad Virtual de Salud de Cuba, se puede calcular el alcance numérico de la producción científica publicada de López Sánchez solo en las ciencias de la salud entre 1997 y 2004. Si se tiene en cuenta además la literatura que generó en otras esferas del conocimiento a partir de 1989, merece con justicia que se le considere un anciano distinguido en el arte de escribir.
CONSIDERACIONES GENERALES
En este trabajo se ha realizado un breve recorrido por la vida de José López Sánchez y se ha puntualizado en sus aportes a las ciencias de la salud. Esas contribuciones, expresadas en su bibliografía activa, dan fe de sus altos valores como científico que con sus escritos ha dejado una profunda huella de su paso por la vida, como alguien que parece vino al mundo con la misión preconcebida de ser útil a sus semejantes
Se ha dicho que a la humanidad se le puede comprender mejor si se conoce su pasado. Esto es realmente así cuando los conocimientos del pasado son lo suficientemente profundos, si abarcan no solo el origen y las causas de hechos económicos y políticos o explican las condiciones de vida material en medio de las cuales se desenvuelve el hombre, sino también cuando posibilitan penetrar en su mundo espiritual e ideológico.
El prolífico quehacer de López Sánchez como investigador y como autor fue en este sentido más que meritorio. Con su inteligencia y con su pluma puso al descubierto aspectos muy importantes de los orígenes de la ciencia y la cultura nacional cubana, que con gran acierto pudo primero desentrañar y supo luego divulgar.
Como se ha revelado aquí, este intelectual manifestó, desde que se inició en el arte de escribir, gran habilidad y capacidad para demostrar las condiciones bajo las cuales se abrió camino la investigación científica en Cuba, en particular en la rama de la salud pública, quiénes fueron sus precursores, las dificultades que debieron ellos enfrentar, los problemas a resolver durante los lejanos años de la colonización española y las fuentes progresistas a favor del desarrollo de la ciencia en la isla desde entonces hasta la etapa actual.
Este trabajo debe servir, por otra parte, para testimoniar que en toda la obra de López Sánchez estuvo siempre presente tanto la circunstancia política como el contexto socioeconómico, en medio de los cuales tenía lugar el accionar de las personas u ocurrían los hechos a los que consagró sus estudios, recurso en el que se basó para descubrir aspectos casi desconocidos y hasta nunca antes investigados. y para reflejar el modo de evolución del pensamiento y de la labor científica en distintos momentos históricos.
Para terminar esta incursión por una parte de su productivo y valioso legado literario, procede calificarlo como un hombre dotado de una gran inteligencia, una férrea voluntad y una incansable laboriosidad, cualidades que combinó con un ejemplar espíritu investigativo mantenido durante su prolongada vida, y que puso en función de generar nuevos conocimientos sobre la ciencia y la cultura cubanas.
En la espera de que el contenido de este trabajo haya brindado los elementos necesarios para que el 4 de junio de 1911, día de su natalicio, se incluya en la relación de fechas memorables de la ciencia y la cultura nacional, quede por su conducto también expresado, en la conmemoración de su centenario, el tributo de admiración y respeto al gran maestro José López Sánchez, de un discípulo agradecido, cuya deuda de gratitud es inextinguible como eterno es el recuerdo que de él guarda en su memoria.
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Recibido: 30 de
mayo de 2011.
Aprobado: 16 de septiembre de 2011.
José
Antonio López Espinosa. Cátedra "Alexander und Wilhelm
von Humboldt" de la Universidad de La Habana. San Rafael No. 1219 esq.
a Ronda, Plaza de la Revolución. La Habana, Cuba.
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