El autor declara que no existe conflicto de intereses.
La ética, en la vida y en los destinos de la humanidad, ocupa un lugar significativo y es donde debe ser ubicada. En tiempos de crisis de cualquier tipo, especialmente en las sanitarias, invade todos los escenarios y entre ellos se destacan el decisorio, sus consecuencias y las manifestaciones en la vida de las sociedades. Por eso el presente artículo tiene el objetivo de identificar momentos cruciales del enfrentamiento a una crisis sanitaria en los que proliferan los dilemas éticos. La situación epidémica actual permite ver, de forma más clara, otros males que ya aquejan al mundo y la necesidad de su enfrentamiento. En este contexto aparecen valores morales diversos y contrapuestos. Contribuir a que prevalezcan la dignidad, la justicia, la solidaridad y la responsabilidad frente al egoísmo, las incapacidades y los individualismos es un imperativo para las fuerzas e individuos que se proponen vivir en una sociedad más justa y digna. Para asumir este reto y encontrar una nueva perspectiva crítica los movimientos sociales tienen que recurrir a la ética como poderoso instrumento de vigorización de la movilización.
Ethics, in life and in the destinies of humanity, occupies a significant place and it is where it should be located. In any kind of crisis times, especially in health ones, it invades all the scenarios and among them stand out the decision-making one, its consequences and the manifestations in the life of societies. That is why this article aims to identify crucial moments of the confrontation to a health crisis in which ethical dilemmas proliferate. The current epidemic situation makes it clearer to see other evils that already afflict the world and the need to confront them. In this context, diverse and contraposed moral values appear. Contributing to the prevalence of dignity, justice, solidarity and responsibility to face selfishness, disabilities and individualisms is an imperative for the forces and individuals who intend to live in a more just and dignified society. To take on this challenge and find a new critical perspective, social movements have to resort to ethics as a powerful instrument of invigorating mobilization.
La ética, en la vida y en los destinos de la humanidad, ocupa un lugar significativo. En tiempos de crisis, de cualquier tipo, esta invade todos los escenarios, y entre ellos se destacan el decisorio, sus consecuencias y las manifestaciones en la vida de las sociedades. En el contexto de la actual crisis se han estremecido el conjunto de las relaciones sociales y la mayoría de sus actores, instituciones y valores universales. En la madeja de temas que hoy preocupan y movilizan a la ética hay que otorgarle su manifiesto protagonismo. Políticos, decisores, médicos e investigadores de la salud, economistas, filósofos, sociólogos, psicólogos, han abordado diferentes aristas en torno a lo que va a pasar después de esta etapa, cuando la COVID-19 se logre mitigar o se convierta en enfermedad endémica.
¿Cómo convivir con la enfermedad? ¿Cuál será el rumbo que tome la humanidad? ¿Con el tiempo se volverá a la normalidad? ¿Cómo serán las relaciones interpersonales? ¿Cómo se desarrollarán las relaciones entre Estados? ¿Qué lugar ocuparán las nuevas tecnologías y las redes sociales? ¿Hacia dónde conducirá la cibervigilancia? ¿Habrá nuevos cambios en la relación entre lo público y lo privado? ¿Cuáles serán las consecuencias del incremento del poder de los Estados y de las multinacionales de la información sobre los individuos y grupos sociales? ¿Cómo organizar la vida de la sociedad para que esté en condiciones de enfrentar nuevas pandemias?
Todas estas interrogantes requieren incluir el juicio ético; a las que se les suman las decisiones a tomar para enfrentar la crisis económica mundial, que ya es un hecho y ocupa el rol determinante. Instituciones internacionales ya han alertado en torno al hambre, a la desnutrición, al aumento de la pobreza y de las desigualdades. Si no se les tiene en cuenta, en las políticas que se tracen, y si estas no incluyen adecuados imperativos éticos, se multiplicarán expresiones de protesta y diversidad de movimientos sociales. A lo anterior se le suman los acumulados pre-COVID-19 y los adicionados durante la crisis. Para que estas fuerzas se encausen de forma efectiva requieren de organización y liderazgos. Estos últimos se alcanzarán en el enfrentamiento directo y sacrificado. Y, además, no basta con solo estar alertas, es necesario prever estrategias de enfrentamiento ante las políticas de contención que se desplegarán, en las cuales los propósitos serán los mismos: restaurar y continuar fortaleciendo el poder del capital.
El objetivo del presente trabajo es identificar momentos cruciales del enfrentamiento a una crisis sanitaria en los que proliferan los dilemas éticos.
La pandemia “COVID-19” es una situación extraordinaria que compromete la subsistencia de individuos, familias, comunidades, servicios de salud y economías a nivel universal. Ha exigido y exige serios esfuerzos de diagnóstico, así como planificación, organización y volcar las potencialidades y recursos de la sociedad a su enfrentamiento. No solo se trata de definir cantidad de camas de hospitalización, salas de urgencia, respiradores, medios de protección, medicamentos, personal médico, de enfermería y de aseguramiento; hay que convocar y tener en cuenta el empleo de otros recursos humanos, como los científicos, tecnológicos, informativos, culturales, psicológicos y servicios de todo tipo. Por ejemplo, se deben tener en cuenta los servicios funerarios, sus capacidades; ajustar las transportaciones; velar por el imprescindible abastecimiento de agua, de alimentos, medicinas, electricidad; así como mantener la asistencia a otras enfermedades y enfermos. Por otra parte, son vitales las sistemáticas y efectivas medidas de orden social, el mantener la legalidad y el enfrentamiento a conductas antisociales y delictivas, todas de connotaciones éticas.
Desde los primeros momentos de la pandemia, ante la avalancha de enfermos abarrotando los servicios de urgencias, aparece un pedido de los médicos y del personal de la salud dirigiéndose a todos con la frase “quédate en casa”. Se conoce que las vías más efectivas para contener este virus son el aislamiento social y la protección individual. Para cumplir con ese pedido, los gobiernos comprometidos incluyeron las medidas sanitarias y de confinamiento recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero estas deben de ser respaldadas con responsabilidad, disciplina, como acertados preceptos éticos. Estos, unidos al cumplimiento de otras normas morales, se erigen en imprescindibles para poder responder al desafío.
Una de las querellas, hasta ahora con connotaciones éticas, por falta de evidencias demostradas, gira en torno a definir quién es el culpable. EE. UU. culpa a China y viceversa.
Ya no solo se trata del dominio sobre determinadas áreas geográficas, ni solo del mar, rutas marítimas, aéreas, recursos económicos y financieros, sino también de la colonización del imaginario. Para alcanzar este fin es vital el control de la infraestructura, pero además de los contenidos y formas en que este se construye y difunden los mensajes. A la vez tratan de desviar la atención de la población de los EE. UU., esencialmente del electorado, hacia otros temas. Pretenden disminuir las críticas al gobierno por el mal manejo de la pandemia, sus consecuencias para la salud y la economía norteamericana. Un recurso, empleado con anterioridad, es el de presentar al enemigo, en este caso externo, y sobre él lanzar la avalancha de denuncias y amenazas, las que se hacen además de forma enérgica, demostrando superioridad.
China logró reaccionar ante el virus y contenerlo, mientras los EE. UU. no logran frenar sus embates y se erigió en el epicentro de la pandemia a nivel mundial. Además, desde que China comenzó a enfrentar la enfermedad contagiosa emprendió su apoyo solidario al mundo, con especialistas y con el envío de recursos médicos a diferentes confines. Los EE. UU. no ayudan, sino que arrebatan suministros imprescindibles a otros países, incluyendo sus “socios transatlánticos”, como Francia y Alemania o también afectando compras de Canadá y Brasil. Por otra parte, países que tradicionalmente son grandes productores de equipos de protección individual, como la India y Turquía, han prohibido las exportaciones, en un intento por abastecer a sus propios hospitales. Pero siempre sobresale la postura arrogante e intimidatoria del presidente de los EE. UU, quien expresó: “nosotros necesitamos las mascarillas. No queremos que otras personas las consigan… Si la gente no nos da lo que necesitamos para nuestro pueblo, vamos a ser muy duros”.
Si esta es la situación, en la cual los países ricos se arrebatan abastecimientos básicos entre ellos y prohíben las exportaciones de este tipo de producto, de los cuales son los principales proveedores. ¿Qué pueden esperar los países pobres? Y ¿qué pasa con los estados bloqueados y sancionados por los EE. UU.? El país que se autodenomina como el ideal a seguir en el planeta, ante la COVID-19 pierde el liderazgo y se desacredita. Su gobierno toma decisiones incongruentes, desacertadas y que no se corresponden con la situación vigente en su país y en el mundo.
Trump parece olvidar que ocupa el puesto de presidente de los EE. UU. y que lo que diga y haga es acogido, por algunos, como norma a seguir. Para mantener la imagen de hombre duro que ostenta el poder, primero no quiere que otras personas consigan las mascarillas, a la vez no recomienda su uso, ni da el ejemplo poniéndosela, al contrario, ridiculiza a quienes las usan. Cuatro meses con este tipo de espectáculo, lo cambia por otro, y a finales de julio lo considera un “acto de patriotismo”. A él no le han comenzado a interesar las vidas, sino su reelección. Las encuestas muestran, de forma sostenida, que está siendo superado por su contendiente. Una de las razones de esta situación es el nefasto manejo de la pandemia, a lo que se le suman otras, pero circunscribiendo el análisis a las que conciernen a la salud humana han sido noticias varios desatinos, entre ellos las propuestas públicas de dar luz y calor a los cuerpos, o administrarles desinfectantes para limpiarlos.
Y tras tamañas declaraciones, los casos de intoxicación con desinfectantes en Nueva York se triplicaron y la Agencia de Manejo de Emergencias de ese Estado emitió la siguiente alerta: “bajo ninguna circunstancia” se debe tomar desinfectantes para tratar el coronavirus. Por su parte, en Washington, los funcionarios instaron a la población a no consumir cápsulas de detergente para la ropa. Los medios de prensa y muchos especialistas han asegurado y demostrado que Trump y su equipo perdieron al menos un mes en asumir la gravedad del asunto. Un listado de decisiones, aparecen en varios órganos de prensa.
Luego vinieron sus acostumbrados tuits, en los que escribe una cosa hoy y otra mañana de corte ofensivo; y para desacreditar a adversarios, a los medios, o a quienes no han estado de acuerdo con él. Mientras que la situación en el país es catastrófica, él aseguraba que todo estaba controlado. Además, se agregan otros tipos de decisiones como la de incrementar las deportaciones de emigrados con una alta tasa de contagiados, preparar y llevar a cabo acciones militares contra Venezuela, aplicar sanciones más severas contra los pueblos de Cuba, Irán, Venezuela, Nicaragua, Siria y otros; priorizar salvar la economía en vez de las vidas humanas. La salud de los que trabajan y hacen mover la economía no les interesa.
Ante estas medidas se levanta la colaboración. Un ejemplo, Irán enviando barcos con petróleo e insumos para las refinerías venezolanas, en franco desafío a las amenazas de Trump. O un país bloqueado, al cual le impiden el acceso a pruebas rápidas de COVID-19, como Cuba, genera sus propias pruebas y proyecta su empleo mediante los laboratorios SUMA, de tecnología cubana, dispuestos a lo largo de todo el país. Amplía la producción de sus medicamentos, reconocidos a escala internacional y avalados por instituciones médicas de prestigio y que se emplean con efectividad contra la COVID-19, en Cuba y otros países. A lo anterior se le añade el ser el primer país de América Latina y el Caribe y el décimo cuarto a nivel mundial que inicia los ensayos clínicos para la validación del candidato de vacuna específica “Soberana 01”. Este es el candidato vacunal número 30 en el mundo. Estos ejemplos seleccionados son solo muestras del nivel de la ciencia en Cuba y de la voluntad política del gobierno cubano.
El señor Trump ha comparado el coronavirus con una simple gripe y en esa sintonía afirma que, a pesar de perder a miles de personas a causa de la gripe, en ese entonces “no apagamos el país”. O buscando otros argumentos, señala: “mueren más personas por accidentes automovilísticos, pero nadie obliga a las compañías automotrices a dejar de fabricar vehículos.” Mantiene su posición de que “Ninguna sociedad puede proteger la salud pública por mucho tiempo a costa de su salud económica general”. Y demostrando que la contingencia y la crisis sanitaria no ameritan su conducción, Trump se fue a jugar golf a Virginia, mientras el país, en ese momento, se acercaba a las 100 000 muertes por COVID-19, cifra que aumenta por día.
Similares respuestas y decisiones son copiadas por otros presidentes. En ese conjunto se destaca en el gigante sudamericano, Bolsonaro, el que promueve el uso de la hidroxicloroquina y la cloroquina, como si tuviera conocimiento de medicina y se pasea por las calles sin mascarilla, se hace filmar en cafeterías y pequeños negocios conversando con sus trabajadores, participa en mítines en los cuales apoyan su llamado a abrir la economía, destituyó al jefe de la policía, encargado de llevar cabo investigaciones de delitos de corrupción, en los cuales estaban implicados sus hijos, además de favorecer en su gabinete posturas fascistas.
Otro tema de batallas gira en torno a la vacuna contra la COVID-19. Ser el primero en descubrirla, o al menos tener todos los derechos sobre ella, es una contienda en la que también se han revelado degradaciones humanas. La de mayor conmoción fue la propuesta de dos doctores franceses de ir a probar la vacuna de la COVID-19 en África. Ambos expertos han tenido que pedir perdón, después de incendiada polémica y de la condena realizada por el director de la Organización Mundial de la Salud, calificándolas como “declaraciones racistas”.
Otra escena es la protagonizada por el grupo farmacéutico francés Sanofi, quienes declararon que, si conseguían una vacuna contra el coronavirus, EE. UU. la tendría en primer lugar. Ello generó indignación en Francia y otros países.
Estas posturas son evaluadas por millones de personas y las que no concuerdan con valores morales enaltecedores deben de recibir la necesaria condena moral. Estas no pasarán al olvido tan rápido como ha sucedido con otras, por su carga ética. La avalancha de información, las noticias falsas, la suplantación de noticias, son recursos empleados para hacer perder significados y preponderancia de determinadas ideas y conductas, pero esas, que hieren preciados sentimientos humanos, son más fuertes y persisten en la memoria de generaciones, las que se erigen en fuente nutricia para conformar y fortalecer convicciones, las que podrán repercutir en la conformación y fortaleza de movimientos de protesta y sociales.
En tiempos de crisis, de desastres imperan los que presuponen solo respuestas y posturas individualistas y de supervivencia, tales como se imponen y sobreviven los más aptos, los más fuertes, acuden al “sálvense quien pueda”; se generaliza el miedo y otras de ese corte.
“A mediados de los años ochenta, Enrico Quarantelli y su equipo de sociólogos del Centro de Investigación de Desastres de la Universidad de Delaware definieron cinco mitos en este tema: pánico, pasividad, conducta antisocial, trauma y egocentrismo. La evidencia sistemáticamente recogida en más de 500 estudios de campo dice que ninguno de estos mitos puede ser aceptado como cierto”.
Hoy, este grupo de estudios dirigido por James Kendra asevera:
“Si tuviera que sintetizar nuestro conocimiento en unas pocas ideas, les diría que las claves que definen cómo nos comportamos en una situación de crisis tienen que ver con el capital social: hay mucha literatura sobre los saqueos después de los desastres. La realidad es que es un fenómeno que ocurre pocas veces, mucho menos de lo que se suele creer”.
Los cubanos son testigos de respuestas diversas, entre las que sobresalen las dignas de elogio. Tras ciclones y tornados se levantan muchos para socorrer y ayudar a los damnificados. Jóvenes y de todas las edades conforman un “avispero” recogiendo escombros, brindando ayuda material y espiritual a los que lo perdieron todo o se afectaron en alguna medida y hasta se convierten en fuerzas constructoras. Se incorporan de forma desinteresada, voluntaria y complementan a las que han sido organizadas por el gobierno. También aparecen casos con conductas que reflejan el trauma sufrido como las de desconcierto, resignación, lentitud, demora en sobreponerse y enfrentar la situación, pasividad, entre otras, que necesitan atención política y sanitaria. Son menos, pero también hay, quienes realizan saqueos y actos antisociales, hechos que requieren de contundentes sanciones morales y jurídicas.
En el enfrentamiento a la pandemia, por el confinamiento social y las cuarentenas, se ha requerido de la participación de diversas fuerzas y activistas para realizar disímiles tareas. Estudiantes universitarios, profesores, profesionales de varios sectores, ciudadanos en general se han convertido en auxiliares de centros de aislamiento, o en brigadas para llevar a las casas de los ancianos y de las personas vulnerables medicinas, abastecimientos y comidas preparadas. Otros, al conocer de demandas hechas a sus profesores, han solicitado participar en los grupos de investigación conformados para dar solución a disímiles problemas. Estudiantes de las carreras de informática, cibernética, matemática, geografía, psicología, sociología entre otras, participan activamente en el enfrentamiento a la pandemia, y con buenos resultados.
Dentro de este contingente se han destacado los estudiantes de medicina, enfermería y en general de las carreras de la salud que están en los hospitales, en los centros de aislamiento, o realizando las pesquisas activas diarias, casa por casa. A su vez, los jóvenes que se forman para ser futuros integrantes de los órganos del orden público y de la Seguridad del Estado, auxilian a estas instituciones en el mantenimiento del orden social. Explican a los ciudadanos la importancia del uso de la mascarilla o ayudan a organizar las “filas o colas” para la compra de mercancías. Asimismo, también están presentes en el enfrentamiento a quienes tratan de aprovecharse de la situación, por lo que evitan que la impunidad se convierta en un ente estimulador de este tipo de conductas nocivas.
Cada país con sus características y cultura propia es testigo de la aparición de diversas formas de redes de solidaridad espontánea. Por supuesto, acorde a su situación concreta, al tipo de sociedad y teniendo en cuenta las diferentes formas en las que cada individuo reacciona ante ellas. Con regocijo hay quienes alaban el espíritu de cooperación que se ha manifestado en algunas de nuestras sociedades y también reconocen que hay otros ejemplos que mantienen el paradigma competitivo e individualista.
En varias partes del mundo, a pesar del aislamiento social, han aparecido soluciones comunitarias y de colaboración. Los aplausos se han generalizado en el mundo, como estímulo moral a quienes están en la primera trinchera del enfrentamiento a la pandemia. Unos realizan recitales para la comunidad desde sus balcones, otros organizan grupos en redes sociales, salas y canales en línea gratuitos, algunos brindan mascarillas confeccionadas con sus manos, pequeños talleres particulares cambian sus producciones y lo mismo, confeccionan mascarillas, o caretas, o gel desinfectante. Algunos caseros han condonado el pago del alquiler, médicos y psicólogos ofrecen servicios gratuitos en países en los que la salud no es gratuita, otros envían cartas de apoyo a pacientes con coronavirus, o donan su sangre y los recuperados de la COVID-19 donan su plasma. Virtudes como estas tienen lugar a diario y fomentan un profundo sentimiento de colaboración y unidad.
Ante al egoísmo de algunos hay grandes empresas que han hecho actos de solidaridad. Por ejemplo, el mundo de la moda también ha dado una respuesta positiva ante la crisis originada por la COVID-19. Algunas marcas de reconocido prestigio han realizado donaciones en efectivo a organizaciones o confeccionado mascarillas y trajes protectores para profesionales de la salud; restaurantes convertidos en cocinas comunitarias; compañías de autos de lujo han donado cientos de vehículos a la Cruz Roja Internacional y al National Health Service del Reino Unido.
El secretario general de la Organización de la Naciones Unidas (ONU), António Guterres, criticó la falta de "liderazgo" en la respuesta al coronavirus y la escasa solidaridad demostrada por la mayoría de las potencias con los países más desfavorecidos. “Estoy particularmente preocupado por la falta de solidaridad con los países en desarrollo, tanto en equipamiento para que respondan a la pandemia de COVID-19, que puede extenderse como un incendio, como para afrontar los dramáticos impactos sociales y económicos”.
Frente a estas posturas y con conciencia de que la mayoría de las naciones, especialmente aquellas en desarrollo, no tendrán las mismas condiciones para luchar contra este terrible enemigo, se levantan instituciones internacionales y países para tratar de conformar un movimiento de solidaridad global. Entre ellos están la ONU y todo su sistema, en el cual sobresale la Organización Mundial de la Salud (OMS); la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y hasta el Banco Mundial, entre otros. Los países más destacados son: China, Rusia, Emiratos Árabes y, por supuesto, Cuba. “La COVID-19 impone nuevos códigos de colaboración en el mundo, cuando una China azotada en enero por la pandemia recibe toneladas de ayuda y médicos de Rusia y luego el gigante asiático hace lo mismo en marzo con esa nación”.
China ha ido proporcionando suministros médicos, y comparte su experiencia médica y de enfrentamiento a más de 150 países. Asimismo, realiza donaciones a la OMS, una de ellas fue por un valor de 20 millones de dólares. Envió médicos a Irán e Italia, apoyó con la construcción de un laboratorio en Irak, entre muchas otras acciones. La Europa, que en un principio de la pandemia dio muestras de egoísmos nacionalistas, va cambiando sus posturas y comienza a aprobar medidas para su enfrentamiento.
Por su parte, el Presidente de la República de Cuba subrayó que la isla “no abandonará su vocación solidaria, aunque el gobierno de los Estados Unidos, por razones políticas, continúe atacando y obstaculice la cooperación internacional que nuestro país brinda”.
“Salvar vidas tiene que ser en estos momentos la prioridad de todos. Debemos complementarnos, compartir lo que tenemos, apoyarnos mutuamente y aprender de experiencias exitosas para enfrentar este inmenso reto. “Es por ello que, sin desatender bajo ninguna circunstancia la protección de nuestro pueblo, pese a las limitaciones que nos impone el bloqueo y sin evaluar conveniencias políticas o ventajas económicas, 26 brigadas de profesionales cubanos de la salud se han incorporado a los esfuerzos de 24 países para combatir la pandemia, sumándose a los más de 28 mil colaboradores de la salud que ya prestaban servicios en 59 naciones, de los cuales 56 son estados miembros del Movimiento de Países No Alineados.”
Las cifras de brigadas y de colaboradores de la salud cubana se van incrementando. Otro ejemplo, fue la ayuda que dio Cuba al crucero MS Braemar, una embarcación que navegaba por el Caribe con más de mil personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes, con cinco casos positivos al coronavirus y varios viajeros en cuarentena, a la que ningún puerto de la región le abrió las puertas. Y en esa operación se evidenció la profesionalidad en el manejo de situaciones de emergencia, en la que no se contagió ninguno de sus participantes. Los millones de dólares invertidos por los EE. UU. para tratar de desacreditar a los médicos cubanos, a Cuba y a sus dirigentes, chocan contra estas realidades, que son mucho más fuertes y calan en el corazón de multitudes.
Lo ético es un componente consustancial de las decisiones políticas y de las posturas que se asumen. Por una parte, están las decisiones que evidencian el desprecio de gobernantes a amplios sectores de la sociedad, a las que se suman otros con actitudes racistas y fascistas. Varios mantienen sus acrecentados valores de individualismo y egoísmo, exacerbados en el capitalismo salvaje. Frente a estos, en las mayorías renacen y se fortalecen los valores de la solidaridad y del humanismo. La sabiduría popular sabe que en tiempos difíciles se conocen los verdaderos amigos, pero también se hacen más claros los enemigos.
Los elevados preceptos éticos, por sí solos, no conducen al compromiso entre sectores diversos de la sociedad. Por lo que la denuncia ayuda a ganar en claridad acerca de las bajezas humanas que propaga el capitalismo, así como, realizar la atinada exaltación de los genuinos y acertados valores morales que puede ser un poderoso instrumento para fortalecer los cimientos de los movimientos sociales, dotarlos de perspectivas críticas, resortes de unidad que favorezcan sus luchas por un mundo mejor.
No se puede olvidar la existencia de esa ética que fundamenta y propaga la superioridad del éxito individual. Frente a la ética del dinero se deben plantar y desarrollar elevados valores morales como los del amor al próximo y de la solidaridad ante los más necesitados, con la mira en la creación de una sociedad más justa, en la que todos tengan, en verdad, los mismos deberes y derechos y se alcance la genuina dignidad. Los juicios de moralidad; el aquilatar el peso moral de las decisiones, son importantes, pero de lo que se trata es de no detenerse a ese nivel, en el de la interpretación. Es una necesidad, que de estos juicios morales sobre el comportamiento humano y las valoraciones que se realicen sobre las posturas asumidas por gobernantes y multitudes se adopten posiciones críticas y se conviertan en ingredientes vitales para erigirse en fuerza material en pos de la transformación del mundo.
La ética, mucho más en tiempos de crisis, debe de ocupar el lugar que le corresponde en cualquiera de las decisiones, sean tomadas por médicos, enfermeros, o cualquier ciudadano común, pero tiene mucho mayor peso cuando se trata de decisiones tomadas por dirigentes y, más aún, por quienes gobiernan los destinos de un país. Elevar la ética y encumbrarla al centro de las decisiones debe ser una constante a tener en cuenta. Si se corresponde con los esenciales y superiores valores morales será acompañada y apoyada; si, por el contrario, promulga bajezas humanas, estas, más temprano que tarde, serán denunciadas, condenadas y enfrentadas.